La comunicación en entornos digitales agudiza el problema de la violencia de género y multiplica el número de usuarios dispuestos a agredir a mujeres y a personas de grupos sociales minoritarios.

Además, los datos estadísticos y los resultados de múltiples estudios han demostrado que las mujeres, sobre todo las más jóvenes, corren mayor riesgo de ser víctimas de ciberdelitos de tipo sexual, ya sea a través del sexteo coercitivo o la difusión de imágenes sexuales no consentidas.

El informe de UNICEF España 2021 sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia estima en 33.6% la tasa de victimización de acoso escolar y en 22.5% la de ciberacoso, siendo la tasa de mujeres 12.7% mayor que la de los hombres (8.7%).

El anonimato es un elemento que puede propiciar que los agresores tengan conductas lesivas hacia las mujeres que en un entorno fuera de línea no adoptarían, porque se sentirían menos impunes. “Es importante enfatizar que la violencia de género en línea y la que se da fuera de línea son parte del mismo problema y están vinculadas, no separadas, se superponen, y generan escenarios muy complicados”, destaca Leila Mohammadi, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Las personas que son agresoras en la calle pueden usar ahora los medios digitales para llevar a cabo la misma acción de violencia contra las mujeres y atacarlas, agrega la integrante del grupo de investigación en aprendizajes, medios y entretenimiento (GAME). La especialista de la UOC se muestra especialmente crítica con las plataformas que mantienen los espacios donde las agresiones quedan impunes.

“[Las plataformas] tienen la responsabilidad de cuidar estos aspectos. Tienen un problema de diseño, pero no les conviene solucionarlo porque quieren que sea así, por lo que hay que estar vigilantes y desafiar a las plataformas para que hagan cambios, ya que se benefician de un diseño que obtiene clics a partir de los discursos de odio contra las mujeres”, dice Mohammadi.

Más allá del diagnóstico sobre la gravedad del ciberacoso, expertos consideran que hay camino por recorrer. Para ello, entre otras medidas, hay que desafiar los monopolios tecnológicos y hacerlos responsables, porque su formato permite la invasión de la privacidad, la distorsión de la información, las malas condiciones laborales, los discursos de odio y la violencia de género.

Hay que trabajar desde la infancia para romper las creencias y los mitos sobre el amor romántico y las que justifican los comportamientos violentos, asegura Irene Montiel, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. Hay que potenciar conductas prosociales de ayuda basadas en la empatía, en el hecho de ponerse en el lugar del otro, algo imprescindible para comprender el daño que se puede ocasionar, aunque haya una pantalla en medio, subraya Montiel.

Según el documento de UNICEF, la digitalización requiere una mayor inversión de tiempo y recursos destinados al acceso equitativo a los recursos tecnológicos, la mejora de las competencias digitales, la promoción del desarrollo de un entorno protector en el ámbito digital y la sensibilización y educación de todos los actores (familias, centros educativos, instituciones y empresas), niños, niñas y adolescentes para promover el uso seguro y responsable de las Tecnologías para la Relación, la Información y la Comunicación (TRIC).

Es difícil cuantificar el volumen de ciberagresiones, entre otros factores porque están normalizadas y las mismas redes sociales no disponen de los instrumentos necesarios para que las víctimas de ataques puedan defenderse legalmente. Entre otras carencias, no existen canales en todas las lenguas para denunciar las agresiones, ni información sobre los derechos de los que disponen las mujeres para interponer la denuncia.

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