En muchos de los casos, la población adoptada es una de las que representa gran parte de las consultas de salud mental, pues el proceso de identificación que atraviesan en un núcleo familiar al que no pertenecen consanguíneamente, las y los orilla a enfrentar una serie de conflictos psíquicos.
Así como las personas que son adoptadas, los propios adoptantes pasan por un proceso psicológico al tener que apoyar a su hija o hijo durante la adaptación a un nuevo hogar, pues la población infantil adoptada es una de las más propensas a padecer una patología psiquiátrica. De acuerdo con el psiquiatra Fernando Dualde Beltrán, el número de pacientes adoptados que ha acudido a sus consultas, a lo largo de 10 años, representa el 12%.
El especialista ha señalado como arbitraria la conceptualización del “síndrome del niño adoptado” (adopted child syndrome, en su acepción original), ya que niega que pueda resumirse en un padecimiento general todas las confrontaciones psíquicas de una persona que vive un proceso absoluto de adaptación e identidad. Para Dualde Beltrán, los conflictos emocionales que a traviesa una persona adoptada no derivan sólo en sí mismas, sino que son motivadas por deficiencias de los tutores adoptantes.
Se trata de una falta de coincidencia entre las necesidades a las que responden cada una de las partes, lo que genera una dinámica angustiante en los que se imposibilita el diálogo. Esta ruptura en la estructura familiar es malinterpretada, pues la madre y el padre acuden en búsqueda de ayuda profesional para su hija o hijo con la idea equívoca que la disfunción proviene de la persona adoptada y que el diagnóstico recaerá en el funcionamiento de la niña o el niño.
Existen el duelo dentro de la vida adoptiva
También las personas que adoptan y son adoptadas atraviesan un duelo en los primeros años de crianza, y ya no sólo durante la primera etapa de adopción, consisten en una serie de crisis que surgirán durante diferentes edades y etapas. Para el psicoterapeuta, esta dinámica ocurre de forma inconsciente, “de modo que cada uno de los actores implicados en la tragedia que se desarrolla es víctima de la situación”, asegura.
El conflicto de la madre y el padre adoptante
El experto estima que el deseo de adoptar a un nuevo miembro de la familia ocurre en el momento en la que madre o el padre concientizan su condicionan finita en el mundo, como parte de un desencuentro existencial. Por ende, la obtención de la maternidad o paternidad simboliza la culminación de un logro personal que puede verse influenciada por generaciones pasadas o una fantasía que evoca a los sueños de la infancia o adolescencia.
Dualde Beltrán concibe la parentalidad por adopción como el reemplazo de una función perdida, en la búsqueda constante de compensar la pérdida de un ideal. Esta restitución o reparación viene de una herida narcisista provocada, en unas ocasiones, por la imposibilidad de concebir debido a una causa biológica, psicológica y/o ideológica”-
En cualquiera de estos casos, podría resultar que la medida para saciar este vacío no alcance la satisfacción esperada, generando un entorno de zozobra para la adoptada o el adoptado, y de frustración, para la parte adoptante.
El conflicto de la hija y el hijo adoptivo
Formar parte de un núcleo familiar, en principio, desconocido, se convierte en un acontecimiento vital en la vida de la o el individuo, que marca distintivamente su vida de forma permanente. De manera que, la persona adoptada puede alcanzar una existencia plena y satisfactoria de incorporar y asimilar esta nueva forma de vida en su funcionamiento. Pero también puede experimentar la sensación de frustración y fracaso.
De cualquier manera, “La niña o el niño que acabará siendo adoptado tiene que enfrentarse a la siempre difícil tarea de elaborar una identidad partiendo desde una posición de desventaja”, lo que propicia alteraciones en el neurodesarrollo óptimo de la persona. Es así que, la relación entre madre, padre e hija o hijo adoptivo se fractura, por una serie de duelos no resueltos que provienen de ambas partes.
melc