Ingeniera mecánica de 24 años, la mexicana Fernanda Contreras comenzó a dedicarse al tenis en serio hace solo dos cursos. “Como sabía lo difícil que era el circuito emocional y físicamente no había pensado en jugar profesionalmente”, reconoce Contreras, nada más ganar su primer partido en un grande.
Después de superar en la primera fase de Roland Garros a la húngara Panna Udvardy, 90 del mundo, y pasar tres fases clasificatorias, Contreras no sale de su asombro. “Podría estar trabajando en una oficina, de 9 a 16 horas, pero no, estoy aquí, haciendo deporte”, señala a un pequeño grupo de periodistas.
Encontrar al extenista sudafricano Christo Van Rensburg, su actual entrenador, en un torneo de Estados Unidos, país al que Contreras había emigrado con sus padres cuando era adolescente, cambió el rumbo de la jugadora.
“Fue un clic nada más conocernos”, cuenta la tenista, quien había empezado a plantearse la raqueta como algo más que un hobby durante su paso por la universidad de Vanderbilt, en Nashville.
Y desde hace 15 meses trabaja con ahínco, emulando a su abuelo, “Pancho” Contreras, quien disputó una final de la Davis ante Australia.
“Después del 2019 jugué poquito, porque vino el covid, pero desde mayo de 2021 casi no he parado, menos unos tres meses por una lesión en la muñeca. He tratado de llegar al nivel que tengo ahora”, dice orgullosa.
Admiradora de Ashleigh Barty y de Roger Federer, Contreras ha mejorado su preparación también gracias a la academia de Emilio Sánchez-Vicario. “Mi entrenador es muy buen amigo de él, hice una pretemporada con él (Sánchez-Vicario) para la arcilla, sin él no hubiese estado aquí, es un amor de entrenador”.
“Lo que me han enseñado Christo y Emilio es que cada partido de tenis es un partido, hay que pelear, da lo mismo estés donde estés”, refiere. Lo que ha ganado Contreras por haberse asegurado la segunda ronda de Roland Garros, 86.000 euros, supera lo que había ganado en sus escasos dos años de carrera.
La tenista de San Luis Potosí agradece el apoyo de su familia en el inicio de carrera, en el que se invierte mucho sin un retorno a corto plazo, y sostiene que es una mezcla perfecta de sus padres.
“El chiste de la familia es que soy la mitad de mis papas, ella es ingeniera industrial, él jugaba a tenis y es entrenador”, comenta Contreras, quien aclara que su padre nunca la forzó a entrar en el tenis de competición. “Siempre me ha dicho: ‘diviértete, pásatelo genial, no importa si ganas o pierdes”.
El jueves tendrá otra oportunidad de demostrar su desenvoltura en la cancha ante la rusa Daria Kasatkina, vigésima cabeza de serie.