Fue el último líder soviético. Mijaíl Gorbachov falleció ayer a los 91 años. Líderes mundiales presentaron sus condolencias y resaltaron que “cambió la historia”.
Gorbachov estuvo en el poder menos de siete años, pero logró grandes reformas, como la perestroika (reestructuración) y la glásnost (apertura).
“Camaradas, sin duda necesitamos reformas”, dijo cuando era primer secretario del Partido Comunista a principios de 1985, tras llegar al poder.
Gorbachov insistió en marzo de 2021, al cumplir 90 años, en su defensa de la perestroika, la que consideró su mayor logro político.
Él era un “idealista” que aspiraba a recuperar “el impulso inicial de la revolución”, pero que poco a poco se “dio cuenta” de que sus ideas “no eran aplicables”. Un individuo que encarnaba la “utopía del nuevo hombre soviético: trabajador, educado y erudito”, pero que al final de su mandato, para radical ironía, acabó “enterrando al sistema soviético”, recordó El Periódico de Catalunya.
Un “abuelo materno que le quería mucho y lo empoderaba, y un padre que era un buen hombre, no un patriarca campesino y tirano”, le dotaron de “una gran seguridad en sí mismo” y enormes dosis de “optimismo” y “confianza” en el ser humano, de acuerdo con el medio catalán.
Gorbachov nació en Privolnoye, una aldea de la sureña región de Stávropol, en una familia de campesinos pobres, y fue una excepción en un entorno social de precariedad y represiones estalinistas, donde los varones estaban destinados a labrar la tierra y poco más. Él era era brillante y muy trabajador.
“Creció en tiempos terribles, colectivización, terror, guerra… dos de sus abuelos fueron al gulag”, rememoró el historiador William Taubman, profesor emérito de Ciencias Políticas en el Amherst College y autor de Gorbachov, vida y época, la más detallada biografía de Gorbachov publicada hasta la fecha, indicó El Periódico de Catalunya.
A los 16 años recibió la Bandera Roja del Trabajo por ayudar en una cosecha récord, y en 1950 consiguió una codiciada plaza en la universidad estatal de Moscú para estudiar Derecho, recordó la agencia AFP. Cinco años después, él y su joven esposa Raisa volvieron a Stavropol, donde comenzó un rápido ascenso en las filas del Partido Comunista, convirtiéndose en el miembro más joven del Politburó, a los 49 años, en 1979.
Gorbachov dirigió la Unión Soviética entre 1985 a 1991, primero al frente del Comité Central del Partido Comunista y del Sóviet Supremo y ya después como presidente. Su carrera culminó en 1991, cuando dimitió tras el acuerdo de disolución suscrito con Bielorrusia y Ucrania, ya con la Cortina de Hierro en retirada, recordó The Objective.
La AFP enlistó sus logros: “Su política exterior sacudió el orden mundial. Desactivó el conflicto nuclear entre Estados Unidos y la URSS con acuerdos de desarme, retiró las tropas soviéticas de Afganistán y aflojó las riendas de los países satélites de Europa del Este. En Rusia, la perestroika y la glásnost provocaron ondas sísmicas. Decenas de miles de presos políticos fueron liberados, entre ellos el científico y disidente Andrei Sajarov”.
Pero el exlíder soviético tuvo problemas. La BBC recordó que “hubo aumentos de precios, racionamiento y filas interminables para conseguir productos que escaseaban. Los soviéticos se mostraron cada vez más frustrados con el gobierno de Gorbachov”.
Además, un golpe de Estado de agosto de 1991 fracasó, pero fue el desafiante Boris Yeltsin quien enfrentó a los rebeldes y se convirtió en un héroe nacional, mientras Gorbachov permanecía bajo arresto domiciliario en Crimea. Incluso, los rusos lo culparon por la implosión de la Unión Soviética en 1991. Sus antiguos aliados lo abandonaron y lo convirtieron en el chivo expiatorio de los problemas del país.
El malestar en su nación también se reflejó cuando ganó el Premio Nobel de la Paz.
Lo reconocieron afuera por su papel en el fin de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania, pero en su país era poco querido.
Ricardo Moreno y Pilar Bonet recogieron en 1990, en El País, opiniones de rusos sobre el deceso: “Los moscovitas reaccionaron con indiferencia ante la concesión del Nobel a su máximo dirigente”.
Ayer, desde el mandatario ruso, Vladimir Putin, al gobierno mexicano y el presidente francés Emmanuel Macron reconocieron que “cambió nuestra historia común”.