Java.— El caos, el estrés y el miedo eran omnipresentes ayer en la localidad indonesia de Cianjur, en el oeste de la isla de Java, donde un terremoto de magnitud 5.6 provocó al menos 162 muertos y centenares de heridos.

Agus Azhari, de 19 años, estaba con su madre en su domicilio cuando el salón se derrumbó en apenas unos segundos a causa del sismo. En el hogar de Azhari, partes del tejado y de las paredes quedaron destrozadas y él sufrió heridas en la pierna y las manos a causa del impacto de un armario y de otras ruinas. “No podía ver nada. El polvo de los escombros me impedía ver”, explicó a la AFP Azhari, quien reconoció que nunca antes había vivido un terremoto de este tipo.

Este joven indonesio compartió un video en el que se veía a su madre, de 56 años, que gritaba: “¡Por favor, señor! ¡Mi casa!”.

“Cogí la mano de mi madre y corrimos fuera de la casa”, dijo Azhari. “Oía gritos de auxilio por todos lados”, añadió.

El sismo se registró a las 13:21 horas locales cerca de la localidad de Cianjur, en la provincia de Java Occidental, la más poblada de Indonesia con casi 50 millones de habitantes. “La mayoría de los que fallecieron eran niños”, informó el gobernador de Java Occidental, Ridwan Kami.

Muchos eran estudiantes de escuelas públicas que habían terminado sus clases regulares y estaban tomando lecciones extras en escuelas islámicas, señaló. Cianjur, a unas tres horas en auto de la capital, Java, es conocida por tener un gran número de internados islámicos y mezquitas.

“Se produjeron muchos incidentes en escuelas islámicas”, añadió Kamil, quien habló de unos 13 mil los desplazados. La Agencia Nacional para la Gestión de Desastres (BNPB, en indonesio), contabilizó más de 2 mil casas dañadas.

Según las autoridades, al menos 25 personas continúan atrapadas debajo de los escombros.

Los habitantes llevaron en camionetas y motocicletas a los heridos a los hospitales de la localidad, que sufrieron cortes de electricidad y quedaron colapsados ante la llegada de unos 700 heridos, que esperaban afuera, en camillas o sillas de ruedas, para ser atendidos.

En otro hospital, en la ciudad de Cimacan, las víctimas llegaban ensangrentadas y también había padres buscando a sus hijos desaparecidos. El terremoto tuvo más de una veintena de réplicas, lo que acentuó el miedo de los habitantes. Además, provocó deslizamientos de tierra y los servicios de emergencia tuvieron que utilizar excavadoras para rescatar a personas y limpiar autopistas.

Una mujer y su bebé fueron salvados de debajo de los escombros, pero muchos de sus vecinos perdieron la vida.

Oman, de 55 años, que como muchos de sus compatriotas sólo tiene un nombre, estaba cocinando arroz salteado cuando las paredes de su casa empezaron a temblar.

“De repente me encontré dentro de mi casa destrozada. Estaba atrapado entre los escombros y no podía moverme. Mi mujer estaba afuera”, explicó. “No podía hacer nada, pero al menos sigo vivo”, aseguró aliviado Omar, que sufrió heridas importantes en las piernas, pies y manos, pero logró ser rescatado por sus hijos.

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