Nueva York.— En las Sagradas Escrituras se lee: “Polvo eres y en polvo te convertirás”, pero en este caso el resultado será tierra en vez de polvo, y muy nutritiva. Nueva York se acaba de convertir en el sexto estado de Estados Unidos que permite el compostaje humano, también conocido como” reducción orgánica natural”. Una alternativa al entierro o la cremación en la que el cuerpo del fallecido se reduce a abono para la tierra. “¡Es perfecta! Es una tierra que está llena de nutrientes, microbios y bacterias que crean un ecosistema idóneo para que las plantas crezcan”, explicó el asistente del CEO de The Natural Funeral, Daniel Ziskin. Esta opción funeraria está siendo muy exitosa incluso en estados donde no está permitida, por eso Ziskin asegura que tienen “centenares de solicitudes de otros puntos del país. La gente nos pregunta si pueden traernos el cuerpo para su compostaje, porque no es legal donde [esas personas viven]”.

En The Natural Funeral, el compostaje humano es una opción desde marzo del año pasado, cuando se aprobó en el estado de Colorado esta alternativa funeraria. Desde entonces, la empresa ha realizado más de 40 procesos que incluyen ceremonia posterior en la que amigos y familiares del difunto esparcen sus restos (ya ricos en minerales tras el proceso) por el terreno. La ley de Colorado prohíbe vender la tierra fértil que resulta del proceso o utilizarla comercialmente para cultivar alimentos que más tarde consuman los humanos. Lo que sí podrán hacer los familiares del difunto es esparcirla, por ejemplo, en el patio, donde los restos humanos se transformarán en un árbol, o “césped”, explica Ziskin, “porque en esta parte de EU crecen pocos árboles”.

En 2019, Washington fue el primer estado del país en legalizar el compostaje humano. Más tarde fue el turno de Oregon (2021), Colorado, Vermont y California (2022), y ahora el estado de Nueva York acaba de aprobarlo y comenzará a ofrecerlo a los futuros difuntos a partir de abril.

El proyecto de ley, firmado por la gobernadora demócrata Kathy Hochul, contó con el apoyo de la mayoría del Senado estatal salvo dos votos en contra, y “dispone sobre la creación, operación y funciones de instalaciones de reducción orgánica natural como corporaciones de cementerios para la conversión contenida y acelerada de restos humanos en suelo”.

El proceso tendrá lugar en centros especiales y con un equipo de expertos al mando, pero el gobierno todavía tiene que ofrecer más detalles sobre cómo se llevará a cabo la ejecución. En los lugares que ya se ofrece el proceso comienza con el cadáver colocado en una caja reusable que se cubre con una mezcla de alfalfa, serrín, paja y otros componentes orgánicos y se sella. Ahí permanecerá el cuerpo cerca de uno o dos meses dependiendo del tipo de proceso que se elija (hay distintos métodos de descomposición orgánica humana). En este tiempo, el cuerpo se descompone de manera natural gracias a la acción de los microbios.

Transcurridos los 60 días, se examinan los restos para filtrar cualquier material no orgánico como, por ejemplo, dentaduras (que pueden contener amalgamas tóxicas para el medioambiente), o dispositivos médicos como prótesis o marcapasos. Además, también se recogen los huesos restantes que no se hayan desintegrado y se colocan en otro recipiente durante 30 días para reducirlos a polvo. Para eliminar cualquier posible infección que los restos puedan tener, se someterán a un proceso de calentamiento. El resultado final es una tierra nutritiva y fértil que equivaldría a una yarda cúbica o 36 sacos de tierra para plantar árboles o hacer crecer césped.

Desde la localidad de Tompkins, al norte del estado de Nueva York, Michelle Menter cuenta que de momento están analizando hasta qué punto la tierra resultante del compostaje humano es tan buena como algunos aseguran. “Por ejemplo, ¿al final del proceso hay todavía semillas utilizables?”, se pregunta, “¿hay insectos invasivos que puedan herir nuestra naturaleza preservada? Todavía hay mucha investigación científica que hacer para saber si esto es bueno”.

Menter es la directora de Greensprings Natural Cemetery Preserve, un cementerio sin fines de lucro fundado en 2006 que cuenta con 138 acres de tierra para entierros naturales. En Nueva York, explica Menter, a diferencia de lo que ocurre en otros estados, “el gobierno requiere que la tierra restante sea entregada al cementerio, y los cementerios son los que tienen la responsabilidad de decidir si lo aceptan o no, y dónde la esparcirán”, explica. “Nosotros hemos enterrado gente durante 500 años, o sea, para nosotros el espacio no es un problema. En caso de ofrecer el compostaje humano, le dedicaríamos una zona del terreno que es más rocosa y donde no podemos hacer entierros por falta de profundidad”.

Una de las ventajas de esta opción tras la muerte, es que ahorra espacio. Perfecto para ciudades como Nueva York, donde es bastante reducido y es poco habitual ver cementerios en el centro de la ciudad. Los ciudadanos muchas veces tienen que viajar a la periferia para visitar a sus difuntos.

Además, los defensores de esta alternativa funeraria aseguran que es más ecológica porque no se quema combustible fósil ni se producen millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono por año, como en el caso de la cremación (cada incineración libera 50 kg de CO2 en la atmósfera), ni se filtran productos químicos en la tierra como ocurre durante el entierro.

Según un estudio realizado por los servicios funerarios de París en el año 2017, un entierro tradicional deja la misma huella de carbono que un trayecto en coche de 3 mil kilómetros, es decir, supone una emisión de 180 kg de CO2 en la atmósfera. Esa cifra multiplicada por los más de 8 mil millones de personas que habitan la tierra nos lleva a 1.6 billones de kg de CO2. Los defensores de la reducción orgánica humana aseguran que el precio también es una ventaja, pero las cifras oficiales dicen lo contrario.

Según la Asociación Nacional de directores de Funerales (NFDA, por sus siglas en inglés), el precio medio de un entierro tradicional en 2021 fue de 7 mil 848 dólares y 6 mil 971 dólares por una cremación. Transformar el cadáver en tierra fértil cuesta una media de entre 7 mil dólares (en el estado de Washington) y 8 mil dólares (en Colorado).

A quien no ha gustado nada esta práctica es a la Conferencia Episcopal de Nueva York, que representa a los obispos católicos del estado. Mostró su oposición porque “el proceso perfectamente apropiado para devolver los restos vegetales a la tierra no es necesariamente apropiado para los cuerpos humanos”, afirmó Dennis Poust, director ejecutivo de la Conferencia. “Los cuerpos humanos no son desechos orgánicos y no creemos que el proceso cumpla con el trato reverencial que se le debe dar a nuestros restos terrenales”.

Algunos incluso apuntan que es un negocio redondo porque el proceso en sí requiere menos gasto que las formas tradicionales de entierro, aunque el precio para el cliente sea más alto. Otros lo ven como una forma de devolverle el favor a la tierra madre. En Europa, el único país que permite el compostaje humano es Suecia. En Bélgica trataron de empujar su aprobación, pero finalmente las autoridades lo declinaron porque su ejecución “entra en conflicto con varios aspectos del marco ético”.

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