Cate Zeigler-Amon, de 10 años, llegó con Sara, su mamá, una hora y media antes de que abrieran el centro de vacunación en Decatur, Georgia. Fue de las primeras en la fila y no podía esperar a recibir su vacuna contra el Covid-19.

Cate estaba emocionada. En cuanto su familia se enteró de que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) autorizaban la vacunación de niños de 5 a 12 años con el biológico de Pfizer/BioNTech, no dudaron en llevarla al Viral Solutions. Mientras esperaba, en el auto, Cate no podía estar quieta. Se asomaba por la ventana, mientras su madre la grababa, y hasta transmitió en vivo. 

“Estoy muy, muy, muy emocionada y muy contenta”, dijo Cate tras vacunarse. Está ansiosa por poder abrazar a sus amigos, por ir a un restaurante a comer. Pero lo que más le emociona es su cumpleaños, en diciembre. Ahora, contó, ya no tendrá “una congelada fiesta de cumpleaños afuera”, sino que podrá hacerlo en su casa, o en un lugar cerrado, porque ya estará protegida.

Leah Lefkove, de nueve años, fue la primera en ser vacunada en el lugar. Estaba un poco asustada y decidió mejor taparse los ojos, pero la tranquilizaba saber que su padre, Ben Lefkove, quien es médico, sería quien la vacunaría. Una vez que pasó el susto, Leah mostró contenta su sticker de vacunación.

Padres se dicen aliviados


En el primer día de vacunación de niños, decenas acudieron a vacunarse. Muchos de ellos tenían comorbilidades y sus padres mostraron alivio, al saber que sus hijos estarán finalmente protegidos.

Como Brian Giglio, de Alexandria, Virginia, quien llevó a su hijo Carter, de 8 años, para que lo vacunaran en el Hospital Nacional Infantil de Washington, D.C. El niño tiene diabetes Tipo 1, lo que lo pone en riesgo de complicaciones si llegara a infectarse.

“Carter es el último de nuestra casa en ser vacunado y siempre fue el que nos preocupó más”, dijo Giglio. “Así que parece que hoy es como un pase directo para que comencemos otra vez a vivir nuestra vida, y no podríamos estar más agradecidos con todos lo que han estado involucrados en este proceso por ayudarnos a sentir la libertad que sentimos hoy”.

Carter dijo que está ansioso por dejar de usar el cubrebocas una vez que esté totalmente inoculado, para que pueda volver a oler las cosas que olía sin ella. “Estoy listo para tirarla”, dijo.

Las agujas suelen dar miedo, y no sólo a los niños. Pero en las clínicas estaban preparados para inspirar confianza a los pequeños. En el mismo hospital donde se vacunó Carter.


Sophia Silvaamaya, de cinco años y quien recibió un trasplante de riñón, no sólo estuvo acompañada por Pedro, su padre, sino que fue escoltada por el Doctor Oso.

Una vez en la sala donde sería vacunada, la enfermera Kelly Vanderwende le puso una figura de Catarina arriba del sitio de la inyección, para minimizar el dolor. Para Pedro, es un alivio que su pequeña pueda estar más protegida, en caso de enfermar.

Los niños de este rango de edad reciben un tercio de la dosis para adolescentes y adultos, con agujas más pequeñas. Una segunda dosis les será aplicada en el lapso de tres semanas y, dos semanas después de eso, tendrán inmunidad plena. Para los pequeños, hará toda la diferencia esta Navidad. 

Desde el martes comenzaron a llegar lotes de vacunas a los hospitales infantiles y centros de vacunación, y se esperaba una afluencia importante. Sin embargo, muchos padres de familia tienen sus reservas sobre la vacuna y dijeron que esperarán a ver cómo funciona o que definitivamente no piensan vacunarlos.

agv/rdmd 

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