Los científicos dicen que alrededor del 56% de los océanos han variado en su coloración, una nueva y peligrosa señal de advertencia del cambio climático provocado por el hombre, según un reciente estudio encabezado por el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido y el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) que analizó 21 años de observaciones satelitales. La coloración del mar depende de muchos aspectos. La geografía, la estación del año y las corrientes marinas forman parte de la paleta de colores que integran las tonalidades del mar a lo largo y ancho de los 361 millones de kilómetros cuadrados con los que el océano cubre a la Tierra.

Con la lupa de la ciencia

Las observaciones en estas dos últimas décadas fueron registradas por el satélite Aqua de la NASA. También denominado EOS-PM 1, realiza observaciones terrestres dedicadas al estudio del ciclo del agua. Fue lanzado el 4 de mayo de 2002 a una órbita heliosincrónica de unos 700 km de altura. Actualmente permanece en dicha órbita junto a otros satélites, formando la constelación A-train. Desde su lanzamiento, empezó a realizar el seguimiento de la coloración del océano principalmente con su herramienta MODIS, un espectrorradiómetro de imágenes que abarca el espectro óptico e infrarrojo.

MODIS es capaz de captar medidas en siete longitudes de onda visibles, incluidos los dos colores para estimar la clorofila. El reporte publicado en la revista Nature indica que las diferencias de color que capta el satélite son demasiado sutiles para que los ojos humanos las distingan, pero son claras ante el espectro que se distingue desde el espacio. Para nuestros ojos, gran parte del océano parece azul, pero lo que realmente contiene es una mezcla de longitudes de onda más sutiles, desde azul hasta verde e incluso rojo.

Especialistas del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, como la oceanógrafa Ivona Cetinić, señalan que el océano muestra una impresionante gama de colores, como resultado de la forma en que las ondas de luz interactúan con las moléculas en el agua, que finalmente evidencian los nutrientes y la vida que sustenta el océano. Una parte muy importante para detectar estos cambios tiene que ver con el fitoplancton, las algas marinas microscópicas que viven en la capa superior del agua. El fitoplancton utiliza la clorofila para convertir la luz solar en alimento, tal cual lo hacen las plantas en la tierra. Estos microrganismos son la base de la cadena alimenticia marina que sostiene organismos cada vez más complejos, desde krill, peces y aves marinas hasta mamíferos marinos.

Precisamente el pigmento verde que sustenta la vida, la clorofila, ha servido como uno de los principales indicadores para estudiar el océano desde el espacio. Hay varios tipos de clorofila, pero todos absorben las longitudes de onda azules y rojas del espectro electromagnético y reflejan la luz verde. A medida que cambian las estaciones, las concentraciones de clorofila cambian naturalmente con ellas, por lo que es especialmente abundante en la primavera y principios del verano, cuando hay más luz y los nutrientes sustentan las enormes floraciones de fitoplancton.

Las diferencias regionales en las concentraciones de clorofila se deben a factores como la forma del fondo marino, las corrientes oceánicas y la disponibilidad de nutrientes. Cerca de las costas, el fitoplancton crece gracias a los abundantes nutrientes que son arrastrados al océano desde el suelo y al afloramiento de aguas frías y ricas en nutrientes desde las profundidades. El agua que tiene una mayor densidad de fitoplancton, como la de los trópicos, tiende a verse más verde; mientras que el agua con menos fitoplancton es más azul. El problema sobreviene principalmente con el rápido crecimiento de ciertos tipos de fitoplancton en aguas costeras poco profundas que puede crear proliferaciones de algas nocivas, tanto para peces como para los humanos.

En el reporte de la NASA que forma parte de la investigación conjunta de varias instituciones publicada en Nature, Cetinić agrega que hay cambios en las dinámicas marinas que si se pueden atribuir a una más alta temperatura en los océanos que también influye en el cambio de las corrientes. Esto ocasiona escasez de fitoplancton en lugares donde es indispensable; mientras se estimula su crecimiento en otras partes, volviéndolo peligroso para la biodiversidad marina. Hay 230 mil especies conocidas que habitan en el mar, pero esta podría ser solo la octava parte de su riqueza.

El coral ha sido una de las especies más evidentemente afectadas por el aumento de la temperatura de los océanos. Un estudio reciente de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) señala que los océanos del mundo han absorbido el 90% del calor adicional liberado por la quema de combustibles fósiles, pero también por la tala en aumento de la superficie boscosa. El recuento del programa Coral Reef Watch de la NOAA señala que se ha perdido la mitad de la cobertura de coral desde 1950. Los satélites también comienzan a recibir pruebas de que cada vez hay más corales que se blanquean al expulsar las algas que les dan nutrientes. Hay algo aún peor, la tonalidad se está tornando café como muestra de tejido muerto que se desprende del esqueleto, sin siquiera pasar por el estado blanquecino, debido a las temperaturas récord de los océanos en algunas partes del planeta.

Futuro incierto

Los nuevos colores del océano detectan historias que ya habían sido anticipadas justamente hace dos décadas por modelos que combinaban información a futuro sobre los efectos de los gases de efecto invernadero. Para los científicos es escalofriante poder ver con claridad en el presente real, escenarios que fueron proyectados hace dos décadas como vaticinio de lo que podría suceder.

Además de la pérdida de la biodiversidad, la captura de carbono está en riesgo con el cambio de los océanos. Otra de las funciones fundamentales del fitoplancton es que se convierte en un elemento poderoso en la capacidad del océano para capturar y almacenar dióxido de carbono, pues el pigmento ayuda al plancton a recolectar la luz solar que utiliza para capturar el dióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo en azúcares.

Uno de los lugares en el mundo donde los colores de la proliferación de fitoplancton son más impresionantes es la Patagonia, sin embargo el reporte de la NASA subraya que la flota de satélites existente tiene aún algunas limitaciones para comprender totalmente la ecología oceánica. Pero cualquier duda pronto será resuelta con mayor puntualidad. Cetinić, es también jefa del equipo científico de biogeoquímica oceánica para un próximo satélite de la NASA llamado PACE (Plancton, Aerosol, Nube, Ecosistema, por sus siglas en inglés).

“PACE es una herramienta hiperespectral, lo que significa que será capaz de ver aún más tonos diferentes, lo que nos ayudará a diferenciar qué tipos de fitoplancton están presentes. También nos ayudará a identificar y pronosticar más rápidamente las floraciones nocivas de algas”, dijo Cetinić. El paso a la utilización de PACE para entender la ecología oceánica, “será como cambiar de un teléfono móvil plegable al último teléfono inteligente”. La especialista agrega, que sin embargo el mensaje en el actual reporte ya es bastante claro: desde hace dos décadas el planeta espera cambios que no han llegado y que continúan alterando la biodiversidad y vida del planeta. La tendencia continúa sigilosamente y ningún tinte emotivo, como el que utilizamos para edulcorar algún recuerdo, podrá cambiar la alarmante realidad.

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