“Escuché a los niños gritar: ¡Ayuda! ¡Ayuda! Estaba oscuro, había mucho humo”. La dominicana Dilenny Rodríguez, de 38 años, es una de las sobrevivientes del incendio que ayer domingo afectó un edificio en el barrio neoyorquino del Bronx, donde perdieron la vida al menos 19 personas, entre ellas nueve niños.

Primero, Rodríguez, quien vive en el piso 12 del edificio de 19, puso toallas húmedas en la puerta del departamento, pero no funcionó. Finalmente tomó de la mano a su hijo, de 10 años, y a su pequeña hija, y salió corriendo hacia las escaleras. En uno de los pisos, contó a The New York Times, había un cuerpo caído. El fuego se desató alrededor de las 11:00 horas y los bomberos tardaron apenas unos minutos en llegar. Eran al menos 200 combatiendo las llamas que se desataron en un dúplex ubicado en los pisos dos y tres del edificio, según el departamento de bomberos de Nueva York.

El fuego se inició por un calentador portátil ubicado en ese departamento, donde según testimonios vivía la familia Wague, que en su precipitada salida dejó la puerta abierta, lo que ayudó a que el humo se esparciera rápidamente. Residentes de otros departamentos vieron cómo en unos segundos todo se volvió negro. Desde las ventanas comenzaron a pedir ayuda a gritos.

“Va a ser uno de los peores incendios de nuestra historia. Sabemos que tenemos 19 personas muertas, así como otras en estado crítico y más de 63 heridos”, dijo el alcalde de la ciudad Eric Adams en el lugar del siniestro: “Había víctimas en cada piso, en las escaleras”. Para empeorar las cosas, este tipo de edificios no tiene salidas de emergencia.

Mamadou Wague, de 47 años, y quien vivía en el departamento donde se desató el fuego junto con otros nueve miembros de la familia, contó al Times: “Uno de los niños dijo: ‘¡Oh, papá! ¡Papi! ¡Hay un incendio!’”. Cuando ella se levantó, vio el humo en las habitaciones de los niños. Empezó a sacar a todos hasta que se dio cuenta que le faltaba una hija, Nafisha, de ocho años. Corrió a la habitación de la niña, quien gritaba en medio de una cama en llamas. “Simplemente la agarré y corrí”. Hasta que salieron, Mamadou descubrió que se había quemado los labios y la nariz. “No pensé en nada, sino en sacarla”.

Testigos dijeron que la alarma antiincendios sonó, pero como solía activarse sin que hubiera fuego de por medio, los residentes no hicieron caso. Hasta que el humo llegó a sus departamentos.

En su desesperación, algunos optaron por saltar. Como los cuatro hijos de Dana Nicole Campbell, jardinera de 47 años, que en ese momento estaba trabajando en un parque cercano. Uno de sus hijos, narró al Times, le llamó para decirle que el humo entraba al departamento, ubicado en el tercer piso. Les pidió que pusieran toallas húmedas en la puerta, pero no funcionó. Cuando Dana llegó al edificio, vio a sus hijos saltar desde la ventana sobre una pila de bolsas de basura y un colchón. Sintió alivio. “Puedes estar aquí mañana con las piernas rotas, pero no con inhalación de humo”, dijo al rotativo.

No todos tuvieron tanta suerte. Hassane Badr, de 28 años, dijo al Times que su hermano y su hermana murieron en el incendio, y que otro hermano está desaparecido. Otro hombre, sollozando, dijo que sus dos hijos pequeños murieron en el incendio.

Según Adams, muchos de los residentes del edificio son musulmanes que llegaron desde Gambia, pero también había dominicanos y centroamericanos.

El incendio se produjo cuatro días después de que otro matara a 12 personas en Philadelphia, incluyendo ocho niños.

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