Un Quijote sin su Sancho y un torero bien armado con su capote y estoque resguardan la entrada del taller de la familia de Felipe Linares, a quien se le adjudica la invención de los alebrijes.

Entre botes de pintura, papel maché, cartón y un sinfín de artefactos, el señor Felipe Linares hijo, con las manos llenas de engrudo seco y su ropa desgastada por los estragos de su oficio, platica del arte de la cartonería y detalla el origen de los alebrijes, figuras que ya se han vuelto una tradición en la cultura popular mexicana.

Cuenta Felipe que al despertar su padre se encontró con la sorpresa de que estaba a punto de ser velado, pues su padecimiento era tan serio que en su familia lo daban por muerto y ya preparaban su funeral.

Convaleciente, intrigado e inspirado por sus visiones durante el trance, tomó la decisión de reproducir aquellas figuras oníricas para venderlas y, aunque en un principio -platica entre risas- “nadie le quería comprar por raras y feas” pues eran de un color completamente negro, poco a poco se fueron popularizando al punto de que el mismo Diego Rivera le compró tres alebrijes, uno de ellos, incluso, se exhibe en el Museo Anahuacalli.

Fue entonces que decidió darle color a su obra y con la modificación llegó el auge. Sus piezas fueron buscadas por museos, por galerías de arte y también, a mediados del siglo pasado, lograron rebasar las fronteras del país pues llegaron a exhibirse en París. Estos logros le permitieron hacerse del Premio Nacional de Artes y Ciencias de México en 1990.

“El primer alebrije que vendió mi papá fue en 1947. El director del Museo de Artes e Industrias Populares lo vio y le preguntó que qué era eso, y mi papá le dijo que era algo que él había inventado y era algo que soñó cuando estuvo muy enfermo”.

A los alebrijes cada vez más perfeccionados, se le sumaron otras piezas como las calaveras o los judas, y en todas ellas se nota el amor, la pasión y el talento de estos orgullosos capitalinos del barrio de la Merced Balbuena.

Felipe Linares, quien desde los diez años sigue los pasos de su padre, y sus hijos continuaron el legado del artesano Pedro Linares fallecido en 1992. Esa herencia artística ya representa una tradición que se ha hecho popular desde hace varios años en los desfiles del Día de Muertos en la Ciudad de México en los que han participado con sus obras en tres ocasiones.

Con un brillo en sus ojos, al recordar sus primeros años como artesano del cartón, Felipe comenta: “Desde los diez años me dedico a esto. Yo primero le ayudaba a mi papá a hacer los judas que se queman en Semana Santa y los sombreros del 15 (de septiembre) ya después con las calacas y los alebrijes, terminé saliendo mejor que él pintándolos”.

Al preguntarle sobre la complejidad que implica la creación de las esculturas, dice que “tienen su chiste. Unas son más fáciles que otras. Por ejemplo, para una calaca que lleva rifles o espadas o que va vestida, uno se tarda hasta diez días” y agrega que la práctica y la constancia en su trabajo “hacen que se agarre más experiencia y a veces ya es más fácil trabajar el engrudo y el papel”.

Estas artesanías que se preservan hoy después de tres generaciones que se han encargado de perfeccionar las esculturas, además de desfilar por las principales avenidas de la ciudad, han sido llevadas a la pantalla grande en películas como la icónica “Macario”,  de Roberto Gavaldón, la adaptación del cuento “¿No oyes ladrar los perros?”, de Juan Rulfo,  o la exitosa producción de Disney, “Coco”.

Sin embargo, un documental producido y dirigido por la cineasta Judith Bronowski fue el que catapultó el trabajo de los Linares a la fama internacional, por lo que se llenan de orgullo.

“Yo estoy muy orgulloso de haber aprendido de mi padre la cartonería y hacer lo que él hacía y de haber hecho cosas un poquito mejores. Ya que aprendí de él, luego mis hijos también aprendieron. Hemos trabajado para películas y he ido a otros países a enseñarles a hacer alebrijes a los niños en Estados Unidos, también fui a Suiza, Francia, Escocia y Canadá”.

Aunque este año no participarán en el tradicional desfile de Día de Muertos en la Ciudad de México, el público podrá apreciar sus obras en la ofrenda de Día de Muertos del Museo Dolores Olmedo, en el que será el Parque Urbano Aztlán, en Chapultepec, donde estaba la Feria, con el tema “Ofrenda a nuestros antepasados” a partir del 29 de octubre, y donde se exhibirán entre 180 y 200 calaveras directamente del linaje de la familia Linares.

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