Compañías privadas de México, Ecuador, Honduras, Panamá, Colombia, España y Francia avanzaron en 2022 en una competencia en el mercado estatal ecuatoriano por una licitación de 875 millones de dólares para producir electricidad con energías renovables.
El parque eólico Guajira 1 entró a operar el viernes pasado en el noroccidental departamento (estado) colombiano de La Guajira como el más grande de Colombia y, con capacidad de 20 megavatios, aporta la energía limpia para 33 mil 295 hogares y disminuye las emisiones de dióxido de carbono (CO2) equivalentes a 136 toneladas anuales.
Ambos hechos exhibieron solo una parte de las diferentes iniciativas públicas y privadas que existen en América Latina y el Caribe en su lucha por enfrentar la crisis del cambio climático y utilizar los recursos limpios e inagotables que suministra la naturaleza y que, a diferencia de los combustibles fósiles, ni producen gases de efecto invernadero ni emisiones contaminantes.
La intensificación del efecto invernadero ante las emisiones industriales por la quema de combustibles fósiles es, entre otros factores, el causante del cambio climático con su secuela de sequías, inundaciones y otros severos fenómenos.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) planteó que las perspectivas regionales son alentadoras y que, con una generación que llegó a 1.3 Petavatios Hora (PWh) en 2010 y una demanda que ascenderá a 3.5 PWh en 2050, América Latina y el Caribe tiene un potencial eléctrico renovable de 22 veces mayor que el requerimiento previsto para el año que marcará la mitad exacta del siglo XXI: 80 PWh.
La realidad es que el aporte al 80 PWh de las energías solar fotovoltaica (41%), termosolar de concentración (21%), eólica marina (14%), marina (11%), geotérmica (4%), eólica terrestre (2%) y residuos de biomasa (2%) garantiza a los países latinoamericanos y caribeños sus requerimientos de electricidad con fuentes renovables.
“América Latina tiene un enorme potencial con energía solar y eólica y también con energías del futuro como el hidrógeno, el biogás y el amonio en transporte”, dijo el ingeniero costarricense René Castro, ex canciller y ex ministro de Energía y Ambiente de Costa Rica y asistente del chino Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés).
“Pero se requiere de una decisión clara de no persistir con el carbón, avanzar en el desfase del petróleo y, un poco más gradualmente, del gas”, explicó Castro.
“Recursos para invertir existen. Es más un problema de adecuar el marco regulatorio de cada país y la decisión soberana de en qué dirección cada quien quiere avanzar. Por ejemplo, países como Chile y Costa Rica podrían avanzar con el hidrógeno verde (electrólisis basada en fuentes renovables) muy rápido”, agregó.
“Para los 18 millones de latinoamericanos sin acceso a electricidad (cinco millones en Centroamérica) existe ahora la oportunidad de sistemas descentralizados usando energía solar combinado con biogás o pequeñas hidroeléctricas dependiendo de la comunidad. Eso les permitiría reducir la pérdida de alimentos por falta de refrigeración y acceso a los mercados”, subrayó.
Bajo costo
Según datos del BID sobre el panorama energético interamericano, los bajos costos y las nuevas tecnologías permiten que los recursos de energía solar y eólica “puedan competir con los hidrocarburos en la generación eléctrica”.
“Los decrecientes costos y las nuevas tecnologías hacen de los recursos renovables una alternativa viable. Los recursos solares, geotérmicos, mareomotrices, eólicos, y la biomasa (disponibles) en esta región podrían producir hasta 80 petavatios-hora de electricidad”, señaló el BID.
“Tenemos sobreabundancia de fuentes potenciales de energías renovables, eólica y solar” en América Latina y el Caribe, destacó, por su parte, la boliviana Cecilia Requena, profesora de Ecología Política en la (estatal) Universidad Mayor de San Andrés, de Bolivia.
“Desconcentrar energía o no tener una red centralizada genera oportunidades notables para lugares alejados, como en Bolivia, que carecen de electricidad por los altos costos del tendido eléctrico y la relación costo—beneficio con unas pocas casas que hace más difícil que el Estado haga una inversión muy grande en los tendidos”, relató Requena a este diario.
“Esos lugares podrían ser alimentados con energías renovables, lo que cambiaría la vida de esas comunidades dramáticamente. Tendrían energía para conectarse a servicios complejos de acceso a información con vías inalámbricas, sacar agua de los pozos con menor dificultad o tener luz todo el tiempo para que los niños estudien y hagan sus tareas de noche”, describió.
“Estos sistemas desconcentrados van a permitir, cuando los aprovechemos bien, mejorar sustancialmente la calidad de vida de la gente y generar una transición hacia una matriz energética baja en carbón y mucho más amigable con los límites de la naturaleza”, puntualizó.
Al indicar que “a diferencia de las energías fósiles, tampoco habrá necesidad de ductor ni en general de importación y exportación masiva de energía”, recordó que “en todos lados sopla el viento y brilla el Sol y en muchos lados hay agua corriendo. Está la ventaja adicional de que, una vez instalada la infraestructura, el Sol no pasa factura y tampoco el viento”.
Proyectos
Los planes para invertir en energía limpia y renovable son diversos. En 2018, por ejemplo, el Banco Mundial (BM) aprobó una nueva garantía de 250 millones de dólares para impulsar la inversión privada en desarrollar las energías renovables en Argentina, para de contribuir a una matriz energética más limpia y a mitigar el cambio climático.
El plan por el que compiten firmas privadas de México, Ecuador, Honduras, Panamá, Colombia, España y Francia en el mercado ecuatoriano pretende impulsar un bloque de energía renovables con una potencia de 500 megavatios con tecnologías “no convencionales”.