Las sanciones económicas que Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Canadá, Australia y Japón impusieron a Rusia por invadir Ucrania podrían perjudicar el flujo de las renovadas inversiones rusas en Cuba, Venezuela y Nicaragua, principales aliados de Moscú en América Latina y el Caribe, aunque también tendrían el efecto contrario e intensificar la presencia militar y económica de la potencia euroasiática en La Habana, Caracas y Managua.
La UE pronosticó ayer que, por el castigo internacional, Rusia sufrirá una caída económica, un incremento del costo de su endeudamiento, de la inflación y de la fuga de capitales y un daño a su base industrial.
Pero un viejo ejemplo evidenció que, antes de retroceder, Rusia aceleraría su ofensiva en los tres países latinoamericanos.
En más de 63 años de revolución comunista cubana, a la Unión Soviética primero (de 1960 a 1991) y a Rusia después (de 1991 en adelante) nunca les importó el embargo económico total que EU impuso en 1962 a Cuba y Moscú tampoco dejó de suministrar ayuda militar, petrolera y comercial a La Habana.
Rusia, que sabía que si invadía Ucrania recibiría un fuerte acoso occidental económico contra sus finanzas, extendió anteayer hasta 2027 el cobro a Cuba de una deuda por 2 mil 300 millones de dólares que Moscú concedió a La Habana de 2006 a 2020 para proyectos socioeconómicos.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, condonó en 2014 una deuda por 30 mil millones de dólares que Cuba recibió cuando todavía existía la Unión Soviética (desintegrada en 1991) y que se acumuló.
Otro caso de resultado incierto de las represalias de EU se registró con Irán y Venezuela, que están entre los países sometidos a las medidas de castigo de la Casa Blanca: Teherán desde 1979 y Caracas a partir de 2017.
Pese a la política de Washington, Irán es el principal proveedor de gasolina y otros derivados del petróleo de Venezuela y los dos gobiernos se saltan las sanciones que, en su elemento central, contempla que ninguna empresa estadounidense puede hacer negocios con las firmas iraníes y venezolanas que están incluidas en el listado de EU. Irán proporcionó 8 millones 300 mil barriles de combustibles a Venezuela desde 2020, según cifras oficiales.
“No es fácil prever lo que vaya a ocurrir. Las presiones internacionales sobre Rusia están a la vista y son amenazantes en términos financieros. Pero ya hemos aprendido cómo se manejan los países sancionados”, afirmó la abogada venezolana Rocío San Miguel, presidenta de Control Ciudadano, organización no estatal de Venezuela sobre seguridad y defensa.
“Irán hace mucho aprendió y dio lecciones de cómo sobrevivir frente a las sanciones internacionales. Venezuela, de alguna manera y pese la enorme crisis, también ha jugado como sortearlas. Irán sigue llevando combustibles y armas a Venezuela. Rusia le sigue vendiendo armas a Venezuela”, dijo San Miguel.
“Pudiéramos pensar que (las sanciones por Ucrania) perjudicarían la inversión rusa en Venezuela, pero más bien podrían significar una profundización de esa presencia para jugar en el mercado sublegal de dividendos. ¿Abandona Rusia a Venezuela? No. Todo lo contrario: va a utilizar este puente económico y geopolítico de enorme significado”, adujo.
Ante la posibilidad de que el Kremlin se concentre en el conflicto ucraniano y desatienda sus intereses en América Latina, San Miguel planteó. “No lo creo: el orgullo ruso lo va a impedir y Rusia va a tener más presencia en Venezuela. Estoy casi segura de eso”.
Rusia se consolidó en el siglo XXI como principal proveedor de armamento del régimen que se instaló en 1999 en Venezuela. Las ventas a 2020 sumaron 3 mil 899 millones de dólares por tanques, helicópteros, aviones de guerra, misiles tierra-aire, fusiles, pistolas, lanzacohetes, lanzamisiles, vehículos de combate, defensa antiaérea y drones, según el (no estatal) Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo.
Rusia abrirá en 2022 en Venezuela una fábrica de municiones y fusiles rusos. Por el bloqueo de Estados Unidos a Venezuela, los estadounidenses “nos impedían ingresar máquinas y equipos (a Venezuela), pero lo conseguimos de todas formas”, reveló en 2019 el ruso Serguéi Chémezov, director ejecutivo de la firma paraestatal Rostec, de Rusia, involucrada en el proyecto.
A Estados Unidos siempre incomodó la huella militar de Moscú en el área: empezó en 1960 en Cuba, se expandió en 1970 a Perú, en 1976 a Guyana, en 1980 a Nicaragua y en 1982 a Grenada y se prolongó en el siglo XXI a México, Venezuela, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Uruguay.
Moscú sumó 6 mil 391 millones de dólares en ventas de pertrechos bélicos a esas naciones de 1992 a 2020, según el Instituto.
Nicaragua, incluida por Estados Unidos en 2018 en la lista de sancionados por violar normas democráticas, anunció en 2012 que atraería inversiones socioeconómicas de Rusia por 600 millones de dólares.
Un sector privado nicaragüense afín al gobierno reportó en enero anterior el ingreso de 40 millones de dólares de capital ruso para construir una planta de oleaginosas.
A mediados de la década de 2010, Nicaragua pagó 80 millones de dólares a Rusia por 50 tanques rusos T-72B. La compra total de armamento de Managua a Moscú sumó 134 millones de dólares de 1992 a 2020.
El gobierno ruso inauguró en Managua en 2017 dos centros claves: una escuela para agentes antidrogas y el Sistema Global de Navegación por Satélite que sirve para espiar a Estados Unidos.
“Las sanciones sirven si toda la comunidad internacional las aplica”, adujo el politólogo costarricense Carlos Murillo, director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la (estatal) Universidad de Costa Rica.
“Los países aprendieron a saltarse las sanciones. Siempre hay un país que evita implementarlas y pierden efectividad”, explicó Murillo a este diario.
Al destacar que las represalias “son de muy poca importancia para modificar la conducta de Rusia”, alertó que, más allá del ámbito militar, el abanico estadounidense y europeo para presionar a Moscú es “muy limitado”.