Desde que sonó la última campanada, Saúl Álvarez estaba seguro de que no le gustaría lo que estaba por escuchar. La nueva aventura por los semipesados no fue como esperaba.
El Canelo (57-2-2, 39 KO’s) fracasó en la búsqueda del título de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) ante Dmitry Bivol (20-0, 11 KO’s), quien dio una cátedra de cómo controlar a quien era considerado el mejor libra por libra en el planeta.
Ocho años y medio después, Álvarez volvió a perder. Los tres jueces vieron la misma pelea: 115-113 para el ruso.
No fue el típico arranque con dos peleadores que ponderan cuidar el físico. El trinitrotolueno explotó desde el primer episodio, con Bivol como protagonista.
Su mayor alcance (1.83 metros, por 1.78 del Canelo) le permitió tomar el control del combate, ya que mantenía a distancia al adversario y le conectaba poderosas combinaciones, que enmudecieron a la asustada multitud en la Arena T-Mobile.
En el quinto lo cimbró con una poderosa derecha. Saúl tomó fuerza y le hizo una seña con el guante derecho de que no era suficiente, pero sus piernas mostraron lo contrario.
Pasó lo mismo en el séptimo, cuando Dmitry lo arrinconó y le asestó un par de fuertes combinadas, coronadas con rectos a la mandíbula. La campana salvó al Canelo, justo cuando parecía que no resistiría.
El dominio de Bivol se extendió durante el inicio de la segunda mitad de la contienda. Saúl estaba exhausto, muestra de eso es que respiraba por la boca. No es un tipo de pelea al que está habituado: con la defensa como prioridad, agazapado.
Por eso no sorprendió el resbalón en el octavo episodio, porque fue eso. El Canelo conoció la lona por cansancio, no a causa de un golpe del rival. Fracasó.