Cuando el reloj marcó las 9:56 horas del 16 de abril de 2022, el campo de aterrizaje Dongfeng, ubicado en el norte de China, fue testigo de un momento histórico que merece ser celebrado por todo lo alto: la cápsula de retorno de la nave Shenzhou-13 tocó tierra con una postura casi “perfecta” y trajo de vuelta a los tres taikonautas que habían permanecido 183 días a bordo de la Estación Espacial Tiangong de China, cuya construcción en órbita se dará por concluida, según la planificación, durante el año en curso.
Bajo las miradas de miles de millones de personas que vieron en vivo el proceso, el equipo de tres viajeros espaciales “descendió desde el cielo”, acortando el regreso de 28 horas que se necesitó en la anterior misión tripulada a unas ocho horas, después de dar cinco vueltas a la Tierra.
Tras este viaje rápido, cómodo y seguro, está la trayectoria larga y nada fácil que ha recorrido el desarrollo del proyecto espacial tripulado de China. Desde que el país asiático lanzara un plan estratégico formado por tres pasos en la década 1990, varias generaciones de ingenieros, técnicos y astronautas han venido impulsando la materialización del sueño chino de “ir más allá de las estrellas” en sus naves Shenzhou, o “navío divino”.
El objetivo establecido para el primer paso, enviar astronautas a la órbita, se cumplió exitosamente con la misión Shenzhou-5, en la que el astronauta Yang Liwei, se convirtió, el 15 de octubre de 2003, en la primera persona china en viajar al espacio, quedándose en la órbita durante 21 horas y 23 minutos. El segundo paso es desarrollar y verificar las tecnologías necesarias para llevar a cabo las actividades extravehiculares y los acoplamientos de módulos, lo cual fue conseguido a través de las siguientes seis misiones de la Shenzhou, del número 6 hasta 11, así como las tareas cumplidas en el Tiangong-2, laboratorio espacial para aplicaciones de corto plazo manejadas por humanos en el espacio.
Ahora este sueño está cada vez más cerca de hacerse realidad cuando la tripulación de Shenzhou-13, formada por dos hombres y una mujer, regresó a casa sana y salva, completando con éxito la primera fase del tercer y último paso de la estrategia aeroespacial china encaminada a operar su propia estación espacial y conducir experimentos científicos y tecnológicos a largo plazo. Durante esta estancia más larga del programa espacial del país, se han efectuado dos caminatas espaciales, dos clases de ciencia en directo, más de 40 experimentos y 80 tareas de análisis de datos para preparar y constatar las tecnologías clave. En base a estos avances significativos, China arrancará “a todo motor” la construcción y ensamblaje de su estación espacial en los próximos meses del año. Para ello, muy claramente ha indicado una hoja de ruta que están planteados seis vuelos espaciales, incluidas dos naves de carga, dos módulos de laboratorio y dos naves tripuladas con un total de seis astronautas.
Varias décadas de progresos constantes avalan a China como una gran potencia en el sector aeroespacial. Ahora el país está marcando su propio ritmo, dando pasos firmes y rápidos, hacia su meta de construir una estación espacial. Sin embargo, no ha sido un camino de rosas, sino uno lleno de retos y tropiezos. La complejidad del proyecto aeroespacial chino radica, por un lado, en la enorme demanda a nivel manufacturero, tecnológico y financiero y, por otro lado, en los bloqueos impuestos por los Estados Unidos.
Recordemos que China se ha quedado excluido de las investigaciones en la Estación Espacial Internacional (EEI) construida en el año 1998 como proyecto conjunto entre la NASA y otras entidades espaciales. A lo largo de los últimos 20 años, Estados Unidos nunca ha parado de imponer sanciones a las empresas aeroespaciales chinas y restringir la cooperación con China en los campos de tecnología satelital y defensa. Incluso en 2011, por razones no debidamente justificadas, Washington llegó a probar la llamada “Cláusula Wolf” para prohibir cualquier tipo de cooperación espacial relacionada con la NASA entre China y EU, con lo cual se han visto fuertemente perjudicados numerosos proyectos de investigación y la comunicación interinstitucional.
Los obstáculos no han impedido el desarrollo de los vuelos espaciales tripulados de China, sino que de cierto modo, han inspirado al país a construir la actual estación espacial Tiangong, o Palacio Celestial, de forma completamente independiente. Dado que la EEI posiblemente dejará de funcionar dentro de unos años, es probable que Tiangong de China se convierta en la única estación espacial operativa en el mundo.
Regido por los principios de uso pacífico, igualdad y desarrollo común, la Tiangong mantiene una actitud inclusiva hacia la cooperación internacional y ha confirmado, hasta el momento, 16 países colaboradores que puedan participar en los posteriores experimentos científicos, entre los cuales se encuentran España, México, Perú, Alemania, Francia, Bélgica, Rusia y Japón. Según afirmó Bai Linhou, el diseñador adjunto de los sistemas de la estación espacial china, los astronautas extranjeros, técnicamente hablando, podrán acceder a los módulos de Tiangong bien por las naves tripuladas chinas o a través de las naves fabricadas en sus propios países que se acoplarían con Tiangong, siempre y cuando cumplan los estándares técnicos.
China está a punto de finalizar los “tres pasos” marcados para su proyecto espacial tripulado. Lo que nos espera es el espacio aún más lejano. Y esta vez, las posibilidades no solo están abiertas a unos pocos países, sino a toda la humanidad.