Un grupo de alrededor de 300 investigadores logró identificar gran variedad de bacterias en el Golfo de México que por su metabolismo tienen la capacidad de degradar hidrocarburos, y en el caso del petróleo, tiene una efectividad que oscila entre el 80 y el 100%, lo que permite tener una especie de “seguro” o un “traje hecho a la medida” que ayudaría a mitigar el impacto de incidentes como un derrame de petróleo en aguas nacionales o bien para atender la contaminación generada por los plásticos.

“Las bacterias que degradan hidrocarburos lo hacen dependiendo del tipo de petróleo, si es ligero lo hacen a un 100%, si es intermedio a un 90 % y si son petróleos muy pesados lo hacen a un 75 u 80%”, explica Alexei Licea Navarro, investigador y ex director del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE).

Llegar a estos resultados no fue fácil. Los trabajos comenzaron desde hace más de una década, pues el 20 de abril de 2010 hubo una falla en el pozo Macondo, lo que provocó la explosión de la plataforma Deepwater Horizon, ubicada cerca de las costas de Luisiana, Estados Unidos.

80% de efectividad tienen las bacterias para degradar petróleos que son muy pesados

El problema se extendió por 87 días, tiempo en el que quedaron casi 800 millones de litros de crudo en el mar, lo que implicó pérdida de flora y fauna marinas.

Desde México surgió la pregunta de si el derrame llegaría a los mares nacionales y por ello de 2010 a 2013 se llevaron a cabo labores de monitoreo en el Golfo de México, porque “así como surgió este derrame en aguas estadounidenses, podría ocurrir un derrame aquí y cuando eso sucede siempre surge la preguntas de cuál fue el impacto del derrame y cuáles son las implicaciones reales, pero como no existe un análisis y datos previos, no se puede decir qué tanto se impactó el ambiente ante un derrame de petróleo en aguas marinas”.

Fue en 2015 que el Fondo Secretaría de Energía -Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Hidrocarburos lanzó una convocatoria gracias a la que se conformó el Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM), compuesto por cerca de 300 investigadores de más de una docena de universidades y centros de investigación del país, quienes desde entonces se han dedicado a monitorear el Golfo de México desde diferentes aspectos, como el físico, para medir las corrientes marinas y si llega a haber un derrame ver hacia dónde se podría dirigir el petróleo; la línea biológica, para determinar qué especies marinas hay, además de poder contabilizar la cantidad de corales en ciertas regiones.

Otra línea fue la de identificación de bacterias con capacidad de degradar hidrocarburos, en la que participa Licea Navarro, quien señala que estudiar a las bacterias es de suma importancia y ahora con los resultados que se recabaron se obtuvo información que “puede ser estratégica e incluso de seguridad nacional”.

En total, detalla Navarro, “hicimos 40 expediciones y se tomaron 444 muestras del Golfo de México y de ahí hicimos una estrategia llamada metagenoma, que consiste en tomar una muestra del suelo marino de hasta 3 mil 200 metros de profundidad y en aguas someras de hasta 20 metros, así como muestras de la columna de agua. Se trabajó con el agua para que las bacterias se quedaran pegadas en el filtro, una vez que se obtuvieron las bacterias se extrajo su ADN para hacer una secuenciación, con la que se pudo determinar qué bacterias hay, tanto en género como en especie. Hay bacterias que ya están reportadas en la literatura y si tienen el potencial de poder degradar, pero no todas están reportadas. Nosotros sí encontramos algunas bacterias que no estaban reportadas en la literatura”.

El doctor en Bioquímica explica que la capacidad de las bacterias de degradar hidrocarburos es por su metabolismo, gracias a un proceso de adaptación que tuvieron estos organismos, pues en el Golfo de México hay petróleo y no es necesariamente se debe a algún accidente, sino por emanaciones naturales.

“Estas bacterias son autóctonas, es decir, se encuentran en esa zona y están adaptadas a degradar, metabolizar esos hidrocarburos. En el Golfo de México hay al menos tres tipos de hidrocarburos, los que son muy ligeros, los intermedios y los muy pesados. Tenemos grupos de bacterias a las que se les facilita mucho más degradar a los ligeros, otro a los intermedios y un último grupo a los pesados”, indica.

Apremian recursos

Si bien en el CIGoM participan 13 instituciones, en la parte del estudio de las bacterias están involucrados especialistas del CICESE, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Cinvestav Mérida.

Los especialistas lograron identificar gran variedad de bacterias que degradan los hidrocarburos, para luego emprender análisis de laboratorio con el objetivo de seleccionar a las bacterias que “mejor” lograron la desintegración.

“Lo que seguía era hacer unos ensayos de mesocosmos, esto es, volúmenes más grandes, tratar de mimetizar lo que podría ser un derrame en el Golfo —aunque nunca se puede imitar un derrame—, esos ensayos nos permiten afinar la concentración de bacterias que hay que agregar”, señala Licea Navarro, aunque especifica que esta fase del proyecto aún no está completa.

“Hay que terminar esos ensayos de mesocosmos e ir a hacer una prueba en el Golfo de México. Después sigue la producción a gran escala de las bacterias, pues tendríamos que producir miles de litros de un caldo de cultivo y tenerlas listas para un posible derrame”, precisa.

Sin embargo, el especialista enfatiza que este trabajo es como un “traje hecho a la medida. Hay empresas que venden a las petroleras algunas bacterias para poder hacer la degradación de los hidrocarburos, pero estas bacterias fueron aisladas en otras zonas geográficas como Arabia Saudita, y esas bacterias están adaptadas a ese tipo de hidrocarburos. En ese caso sí podrían degradar el petróleo de México pero van a tardar en adaptarse, alrededor de dos o tres meses. Además, aun cuando son bacterias, no es muy conveniente estar vertiendo bacterias de una zona geográfica a la nuestra porque luego empiezan problemas de especies que no son de la zona, se adaptan y empiezan a desplazar la flota y fauna local.

“De esta manera, en un incidente agregaríamos las bacterias de la misma localidad y no se afectaría el ambiente. Lo ideal es aislar bacterias de cada una de las zonas donde hay explotación para tener ese ‘traje a la medida’, se tienen algunas y se venden. En ese sentido somos vanguardistas en México porque tenemos las bacterias de nuestra zonas, no hay estudios de esta magnitud”.

Actualmente, cuando hay un derrame, lo que se hace es agregar dispersantes “que no es más que un detergente —complementa el especialista— y entonces el petróleo no desaparece, sino simplemente se disuelve, sigue ahí, pero ya no lo ves. En este trabajo también se pudo aislar a un grupo de bacterias que hacen lo mismo que los dispersantes. La gran ventaja es que esto es biológico, es decir, lo producen las mismas bacterias. No es químico”.

Los trabajos de este grupo de investigadores aún no termina, aunque están a expensas de cualquier tipo de financiamiento, “puede ser por el Fondo de Hidrocarburos o de la iniciativa privada que aquí ya puede entrar. Esto puede ser como una especie de seguro, se producen gran cantidad de bacterias y las almacenas en algún punto del Golfo de México y ahí se mantienen listas para un posible derrame. Estas bacterias duran dependiendo de cómo sean almacenadas, de 2 a 5 años. Lo que ahora se necesita son recursos. Se calculó que se requieren alrededor de 23 millones de pesos”, dice Licea Navarro.

Con ese dinero, añade, se podría comprar equipo y crear un espacio donde se puedan almacenar las bacterias para tenerlas listas en cualquier incidente.

La investigación

El Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM) se formó en 2015, tras la explosión del pozo Macondo, en las costas de Estados Unidos.

Investigadores realizaron 40 expediciones y tomaron 444 muestras del suelo submarino del Golfo de México que estaba entre 3 mil 200 metros y 20 metros de profundidad.
Descubrieron bacterias que por su metabolismo son capaces de degradar hidrocarburos, como el petróleo.

En el proyecto participan cerca de 300 especialistas del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada , la UNAM, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Cinvestav Mérida.

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