Además del dióxido de carbono, el vapor de agua y el metano, hay otros compuestos químicos que contribuyen al fenómeno conocido como efecto invernadero y, por lo tanto, al cambio climático, que tiene en jaque a la humanidad.

En el marco del Día Internacional contra el Cambio Climático es importante destacar que el carbono negro u hollín, el cual es producto de la quema ineficiente de todos aquellos combustibles que contienen carbono: desde gasolinas, diésel y combustóleo hasta plásticos, desechos industriales y biomasa (leña, cortezas y hojas de árboles, residuos agrícolas, estiércol, etcétera).

“No es un gas de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el vapor de agua o el metano, sino un material particulado. De todos modos, al igual que éstos participa –en su calidad de forzante climático de vida corta (FCVC)– en la generación de dicho efecto, que arroja como resultado el incremento de la temperatura de nuestro planeta”, indica Óscar Peralta Rosales, investigador del Departamento de Ciencias Ambientales del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.

La capacidad del carbono negro de intervenir en el proceso que incrementa la temperatura terrestre se debe a que absorbe mucha radiación solar y puede expulsarla de su estructura de múltiples maneras.

“Así, por ejemplo, cuando se encuentra en la superficie de partículas de agua, acelera la evaporación de éstas. Por eso, repito, es un participante protagónico del calentamiento global y del balance de la radiación solar a escala planetaria”.

El carbono negro está muy vinculado a las actividades humanas, por lo que sus mayores concentraciones se localizan en megalópolis, en las refinerías petroleras, las termoeléctricas y los grandes centros portuarios.

Efectos en la salud

Este material tiene una estructura química muy similar a la del grafito, por lo que su toxicidad no es tan alta como la de los compuestos químicos que lo acompañan.

“Como se deriva de una quema incompleta de combustibles, va unido a compuestos con azufre y nitrógeno, y a hidrocarburos aromáticos policíclicos, los cuales se relacionan con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y con determinados tipos de cáncer. Así pues, no es peligroso per se (por sí mismo), sino por las sustancias químicas que se le pegan”, agrega.

El carbono negro tiene una vida media de días o semanas. Entonces, si tomamos algunas medidas para reducir sus emisiones, podremos ver los resultados en un futuro no muy lejano”, explica.

En la industria petrolera ya se usan sistemas de filtrado y precipitadores electrostáticos para retener este material particulado; y en la industria eléctrica se trata, según las posibilidades de cada país o empresa, de no usar demasiado carbón mineral como combustible y sustituirlo con gas natural o energía hidráulica. Por lo que se refiere a la naviera, cada vez más barcos de gran calado disponen de sistemas de filtrado que mejoran considerablemente tanto la combustión del diésel como la reducción de emisiones de carbono negro.

Mediciones en México

En 2015, en el entonces Centro de Ciencias de la Atmósfera (ahora ICA+CC), se echó a andar –bajo la coordinación de Peralta Rosales y como parte de las labores de la Red Universitaria de Observatorios Atmosféricos– un proyecto que tenía como objetivo medir, en forma rutinaria, las concentraciones de carbono negro en Ciudad Universitaria; en la estación de Altzomoni (entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl), Estado de México; en Juriquilla, Querétaro; y en Sisal, Yucatán.

“Todo iba bien con la operación de los instrumentos, pero la pandemia de la Covid- 19 nos obligó a abandonar esta tarea, lo que hizo que sufrieran algunas averías por falta de mantenimiento. Con todo, disponemos de los datos que recabamos a lo largo de tres años, y hacemos todo lo posible para reactivar las mediciones en esos sitios. Creemos que es importante saber cuánto carbono negro tenemos en el aire, sobre todo porque México se comprometió a reducir 51 por ciento de sus emisiones en el año 2030, y esas mediciones son indicadores del cumplimiento de sus compromisos internacionales”, concluye.

Con información de Gaceta UNAM.

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