Detrás del denominado “Complejo de Lolita” hay una serie de cuestiones que, a lo largo de la historia de la psicología y el psicoanálisis, se han estudiado y reestructurado, pues, en principio, se definía como la atracción de una o un adulto por una o un joven mucho menor, lo que generaba una relación asimétrica, cimentada en el abuso de poder, pero en la actualidad, las y los especialistas vislumbran un nuevo planteamiento, ¿el abuso es propinado por una de las partes únicamente?, ¿puede ser la o el menor una o un abusador?. Dichas premisas resultan controversiales en un contexto en que el acoso a menores ha comenzado a visibilizarse y en el que las víctimas narran su experiencia con una o un perpetrador.
De acuerdo al texto “Dinámica de la familia” (2003), de la doctora en psicología Luz de Lourdes Eguiluz, las y los jóvenes más propensos a ser apremiados por un adulto, en búsqueda de entablar una relación romántica, son aquellos que provienen de hogares adoptivos o forman parte de una familia fracturada y reconstruida, o que presencian un ambiente familiar dañino. Según la investigadora, cuando una o un joven es adoptado puede desarrollar la necesidad de alcanzar la aceptación de la madre o el padre, por lo que recurriría a comportamientos “lolitistas”, pues el rechazo de sus tutores podría conllevar el regreso a la orfandad. Una de las hipótesis propuestas por la psicóloga enuncia que criarse en un hogar sustituto (o lejos del núcleo familiar), presenciar violencia familiar, o la sensación de desatención son unas de las causas relacionadas con este complejo.
Pero sentirse atraído por una o un menor, así como buscar la aprobación de una persona adulta, a través de un acercamiento sentimental, rompe con los lineamientos de una tendencia común y alcanzan niveles patológicos. Este complejo ha sido estudiado, desde hace décadas, inspirado -además- en la obra literaria “Lolita” (1955), de Vladimir Nabokov, en la que el autor ruso retrata la vida de un hombre cuadragenario (Humbert Humbert), -el nombre de Humberto también se ha aglutinado dentro de la teoría del complejo de Lolita para identificar a la o el abusador- que se obsesiona con una adolescente de 12 años (Lolita). El comportamiento del protagonista no puede ser más que vinculado a la pedofilia, un trastorno sexual que, de acuerdo con el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (1952), en el que una persona mayor propicia la actividad sexual con menores edad. La edad de una o un pedófilo no es, necesariamente, la mayoría de edad, sino que puede adoptar estos comportamientos desde los 16 años y rebasando, en edad, a la víctima, por cinco años.
Estas prácticas en las que la adultez se ha encargado de hipersexualizar a las infancias, a través de la producción de contenidos que afectan y alteran las intersubjetividades, en las que desear sexualmente a una o un menor han sido visibles en distintas, épocas y civilizaciones, como es el caso de China que, en la antigüedad, recurría al “matrimonio de compra”, en el que se traficaba con niñas. Luego que la menor de edad era “comprada”, se le obligaba a que tomara el papel de “nuera adoptiva”. Mediante este título se justificaba o normalizaba el abuso sexual propinado en las infantes. A su vez, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), militares estadounidenses abusaron de niñas filipinas de entre 10 a 13 años que fueron obligadas a prostituirse. En Australia, a su vez, se llevaban a cabo “ceremonias de desfloramiento”, en las que los aborígenes intercambiaban mujeres de su familia, de entre nueve y 10 años, entre compañeros de la comunidad y la propia familia, ejerciendo -además- el incesto, del cual, muchas investigaciones aseveran que es el acto que catapulta al Complejo de Lolita.
En una historia verídica, publicada en “The New York Times”, una joven cuenta la historia de cómo a través de la trama de Lolita, un libro que su madre y padre estaban en desacuerdo, que formara parte de su acervo bibliotecario, al que pudo acceder por su tío, reconoció que este último abusaba de ella. El texto narra que, cuando la adolescente tenía 15 años, pidió a su padre que le obsequiara la novela, de la que una de sus profesoras de literatura había resumido la historia durante una de sus clases, su progenitor se negó, mientras que el tío se lo entregó a hurtadillas: “A mi tío le gustaba darme regalos. Fueran pequeños o costosos, siempre eran aquellas cosas que mis padres no podían costear o me prohibían tener. Su rol de benefactor hacía que se sintiera como si estuviera llenando los vacíos que el conservadurismo de mis padres había dejado en mi vida”.
“Quería leer Lolita porque pensé que mitigaría mi vergüenza sexual. La similitud entre mi vida y la trama de la novela me motivó a hacer una búsqueda en Google, leí fragmentos de la novela y pude ver escenas de adaptaciones cinematográficas, categorizadas como ´crimen, drama y romance´”, señala en la publicación estadounidense. “Si la mirada de un pedófilo podía normalizarse e incluso embellecerse, entonces quizá yo podía normalizar y embellecer mi propia situación”, puntualiza. Si bien, el Complejo de Lolita está compuesto por una Lolita, también lo hace por un Humberto, que abusa de su posición de poder para “proveer” a la víctima vulnerada, por diversas circunstancias psicosociales, de una seguridad falsa que, más tarde, se convierte en dependencia de la que derivarían muchas más complejidades psicológicas.
melc