Después de cada tiroteo masivo en Estados Unidos, se escuchan cosas sobre el atacante como: solitarios, fanáticos de las redes sociales, con posteos que daban indicios de violencia o de lo que planeaban hacer. Siempre, demasiado tarde.
Tanto el atacante del 4 de Julio en Highland Park, Illinois, como el de la primaria de Uvalde, en Texas, dejaron entrever en redes sus intenciones.
En el caso de Uvalde, Salvador Ramos contactó a una desconocida en sus redes para decirle lo que planeaba hacer, y en Facebook también anunció que dispararía a su abuela, como efectivamente hizo, y que atacaría una escuela. Mató a 21 personas, antes de ser abatido.
Robert Crimo, el sospechoso del tiroteo en Highland Park, que mató a seis e hirió a una treintena durante el desfile del 4 de Julio, subió mensajes y videos violentos en redes sociales, uno de ellos escenificando un tiroteo en una escuela y otro escenificando su propia muerte.
En alguno habló de que haría “lo que estaba en su destino”, sin importar las consecuencias, y que podía hacer nada para evitarlo.
En ambos casos, como ha ocurrido en otros tiroteos masivos, incluyendo el de Buffalo, Nueva York, los agresores han sido hombres jóvenes, descritos como solitarios. En todos, las armas con que atacaron fueron adquiridas legalmente.
Las características
La profesora de criminología Jillian Paterson y el profesor de Justicia Criminal James Densley son autores del libro The Violence Project: How to Stop a Mass Shooting Epidemic (Proyecto Violencia: Cómo Detener una Epidemia de Tiroteos Masivos), en donde hablan de cosas en común que tienen los tiradores masivos.
En entrevista con Politico, los expertos hablaron de algunas de estas características. Peterson, por ejemplo, alertó que los tiroteos masivos son “contagiosos”: la atención mediática que reciben hace que algunas personas comiencen a elucubrar sobre la posibilidad de perpetrar ellos mismos un ataque así y ser centro de la atención.
El tirador de Buffalo, Nueva York, por poner un ejemplo reciente, se inspiró en el ataque en mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, y transmitió en vivo el tiroteo.
A decir de Peterson, el ataque en Buffalo pudo inspirar también a Ramos, en lo que habría influido también su edad, 18 años. “Tienes a un joven de 18 años que cometió un horrible tiroteo masivo. Su nombre está en todas partes y todos nos pasamos días hablando de la ‘teoría del reemplazo’. Ese tirador fue capaz de llamar nuestra atención. Así que, si tienes otro joven de 18 años que está al límite y lo observa todo, eso podría ser suficiente para envalentonarlo a seguir. Hemos visto que esto ocurre antes”, dijo a Politico.
Sobre el perfil de este tipo de agresores, Peterson señaló que “hay un camino realmente consistente. El trauma de la primera infancia parece ser la base, ya sea la violencia en el hogar, la agresión sexual, los suicidios de los padres, el acoso extremo. Entonces se ve la construcción de la desesperanza, la desesperación, el aislamiento, el auto-desprecio, a menudo el rechazo de los compañeros. Eso se convierte en un punto de crisis realmente identificable en el que actúan de forma diferente. A veces tienen intentos de suicidio previos”.
En algún momento, la idea de morir cambia por otra: ¿Quién tiene la culpa de lo que me pasa? “Empiezan a preguntarse de quién es la culpa, si de un grupo racial, las mujeres, un grupo religioso, los compañeros de clase. Y el odio se vuelca hacia afuera. También está el tema de la fama y la notoriedad”.
De ahí que en países como Nueva Zelanda, no se da siquiera el nombre de los agresores, a fin de no darles esa fama que necesitan y evitar que inspiren a alguien más.
Densley lamentó que se describa a los atacantes como “monstruos” o “malvados sin entrañas”.
“Eso nos ayuda a sentirnos mejor porque nos hace pensar que hallamos el motivo, pero en realidad no soluciona nada. Usar este tipo de términos nos impide reconocer que los atacantes masivos son personas como nosotras. Nos cuesta relacionarnos con eso porque son individuos que han hecho cosas monstruosas. Pero tres días antes del ataque, el tirador masivo era el hijo de alguien, el nieto, el vecino, el compañero de clase. Tenemos que reconocerlos con anticipación como el ser humano conflictuado que son, si queremos intervenir antes de que se conviertan en ‘el monstruo’”.
En el caso de los tiradores en escuelas, los expertos señalan que los tiradores suelen tener una conexión con la escuela que atacan. La mayoría mueren en el ataque, o se suicidan, porque lo consideran su “acto final”.
“La mayoría están motivados por una ira generalizada. Su camino a la violencia involucra odio por ellos mismos y desesperación ante el mundo, y nuestra investigación revela que con frecuencia comunican sus intenciones de hacer daño por anticipado, como un último, desesperado grito de ayuda”, dijeron Paterson y Densley en un artículo publicado en The Conversation.
Desde su punto de vista, “la clave para detener estas tragedias es que la sociedad esté alerta ante estas señales de advertencia y actúe sobre ellas de inmediato”.
agv