Por Berenice González Durand
“Quizás tengo pocas expectativas, pero nunca imaginé lo genial que sería vivir en el espacio, adaptarme y sentirme como en casa”, señalaba Sunita Williams en una entrevista que forma parte de la Historia Oral de la NASA. La astronauta hablaba de la Expedición 14 y sus primeras caminatas espaciales fuera de la Estación Espacial Internacional (EEI) hace casi 20 años.
“Me sentí muy afortunada simplemente por tener la confianza de atreverme a salir y hacer cosas que además son divertidas e interesantes”, afirmó la astronauta de origen indio que se incorporó al cuerpo de astronautas de la NASA en 1998 y formó parte de la transformación de la EEI. Ella estuvo a cargo de tareas como adaptar los sistemas de calefacción, refrigeración y energía eléctrica. En su historia como astronauta tuvo que hacer muchas tareas que nunca se habían hecho.
Las ventajas de las adversidades
El último viaje de Sunita Williams no salió conforme a lo planeado, pero fue precisamente eso lo que la llevó a ocupar un lugar en la historia. La nave Starliner de Boing no pudo regresarla a Tierra después de una misión en la Estación Espacial Internacional que duraría una semana. Los problemas técnicos prolongaron más de nueve meses el viaje que realizaba con su compañero astronauta Butch Wilmore; pero de esta forma, la ex oficial naval estadounidense se convirtió en la mujer con el mayor número de horas acumuladas en caminatas espaciales con un récord de 62 horas y nueve minutos sumadas en nueve diferentes viajes.
Williams y Wilmore finalmente lograron llegar a la Tierra hace unos días en una nave espacial SpaceX Dragon que amerizó frente a la costa de Tallahassee, Florida. En esta nave también viajaban los astronautas de la misión Crew-9 de la NASA: Nick Hague y el cosmonauta de Roscosmos Aleksandr Gorbunov. Así se completaron 900 horas de investigación en el laboratorio orbital, incluyendo más de 150 experimentos científicos únicos y demostraciones tecnológicas.
Algunos de los experimentos más relevantes realizados durante su estancia tienen que ver con la intención de bajar los costos de abastecimiento de las misiones y para esto es necesario poder generar en la Estación Espacial los alimentos y otros recursos para la supervivencia de los astronautas.
Una de las tareas de los astronautas fue trasplantar y cultivar microalgas Arthrospira a bordo de la Estación Espacial Internacional. Estos organismos realizan la fotosíntesis y podrían utilizarse para convertir el dióxido de carbono exhalado por la tripulación en oxígeno, lo que contribuiría a mantener una atmósfera segura dentro de la nave espacial. Las microalgas podrían proporcionar alimento fresco en misiones espaciales de larga duración.
A partir de estos microorganismos se genera el suplemento dietético espirulina. Los avances en su estudio en la EEI han demostrado que este alimento también puede servir para proteger el microbioma intestinal de la radiación, por lo que científicos belgas ya lo prueban en tierra firme para proteger el organismo durante tratamientos contra el cáncer.
Otros experimentos sobre la alimentación es con cultivos que crecen en el Hábitat Avanzado de Plantas de la Estación Espacial Internacional. En este lugar se realiza un estudio sobre cómo los diferentes niveles de humedad que afectan a las comunidades microbianas en agua y plantas, como la lechuga romana roja. Los resultados podrían ayudar a los científicos a diseñar sistemas para producir alimentos seguros y nutritivos con menos recursos para futuros viajes.
En la EEI también se realizan experimentos de biotecnología de altura. Precisamente Suni Williams estuvo a cargo del estudio Rhodium Biomanufacturing 03, un estudio sobre los efectos de la microgravedad en la biofabricación de bacterias y levaduras modificadas, pues la microgravedad provoca cambios en el crecimiento celular, la estructura celular y la actividad metabólica microbiana que pueden afectar los procesos de biofabricación.
Las aportaciones de esta investigación tienen que ver con la posibilidad de promover el uso de determinados microbios para la fabricación de alimentos, fármacos y otros productos en el espacio, buscando nuevas formas de que los alimentos en el espacio no pierdan los nutrientes.
Esta misión está íntimamente relacionada con otra en curso: la investigación BioNutrients, que prueba una tecnología para producir nutrientes durante misiones espaciales de larga duración utilizando microbios modificados (cultivados con cepas de misiones anteriores) como la levadura. Todo esto con el objetivo de lograr que los alimentos almacenados durante largos periodos duren más tiempo.
Cuerpo y mente sanos
La ingravidez dificulta las tareas más sencillas, por lo que el mantenimiento de músculos y huesos es fundamental. Los investigadores están probando el Dispositivo Europeo de Ejercicios de Exploración Mejorados (E4D), un dispositivo modular que combina ciclismo, remo y ejercicios de resistencia para ayudar a las tripulaciones a mantenerse sanas en misiones de larga duración. La ventaja son sus dimensiones. Se trata de un muy pequeño dispositivo que está probando ser eficaz para contrarrestar la pérdida ósea y muscular, así como mejorar la salud cardiovascular.
Para fortalecer la salud de los astronautas se prueban otras herramientas, como el Dispositivo Avanzado de Ejercicio Resistivo de la Estación Espacial Internacional. Es un chaleco con diadema Bio-Monitor, un instrumento creado por especialistas canadienses que monitoriza en órbita los parámetros fisiológicos de la tripulación mediante sensores portátiles que interfieren mínimamente con sus actividades diarias.
Las prendas que llevan los astronautas contienen sensores que recopilan discretamente datos como la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, la presión arterial y la temperatura. Los datos respaldan estudios sobre la salud humana, incluyendo el estudio sobre envejecimiento vascular, una investigación de la CSA (Agencia Espacial Canadiense) que monitoriza la función cardiovascular en el espacio.
Datos recientes apuntan a vínculos entre el riesgo cardiovascular, el envejecimiento de la arteria carótida, el metabolismo óseo, los biomarcadores sanguíneos, la resistencia a la insulina y la radiación. Los datos obtenidos hasta ahora indican que los cambios similares al envejecimiento se aceleran en muchos tripulantes de la Estación Espacial Internacional, especialmente en sus arterias.
Como parte de la investigación “El entorno espacial causa la aceleración del envejecimiento vascular: el papel de la hipogravedad, la nutrición y la radiación (envejecimiento vascular)”, se analizan ecografías arteriales, muestras de sangre, la tolerancia oral a la glucosa y sensores portátiles de los tripulantes de la EEI.
Los astronautas regresan a la Tierra con arterias carótidas que son entre 20 y 30 años “más viejas” que cuando despegaron y estos cambios fisiológicos podrían suponer un riesgo cardiovascular significativo a largo plazo para los astronautas.
En pro de la salud de los astronautas, se trabaja en el hardware de la Bioimpresora Auxilium de InSPA, un estudio que prueba la impresión 3D de un dispositivo médico implantable que facilitaría la recuperación del daño a los nervios periféricos, un tipo de lesión que puede causar problemas sensoriales y motores.
Las posibilidades de investigación orbital se multiplican y entre otras de las cuestiones abordadas se indaga en probar materiales más sostenibles que no contribuyan a la basura espacial. Desarrollado por la JAXA (Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial), se prueba un satélite hecho de madera como una alternativa más sostenible a los materiales satelitales convencionales.
Los investigadores probaron diferentes tipos de madera al espacio y eligieron la madera de magnolia como la mejor opción para el estudio, incluyendo sensores para evaluar la deformación del material y su respuesta a la temperatura y la radiación. Los científicos también están monitoreando si el campo geomagnético de la Tierra interfiere con la transmisión de datos de este tipo de satélites.
Williams y Wilmore ya descansan en tierra firme, pero las investigaciones siguen en curso y en este 2025 con un objetivo en específico: la NASA se prepara para la misión Artemis II mientras se trabaja en nuevos avances tecnológicos para el regreso de los humanos a la Luna y la posible conquista de Marte.