Ocultos bajo la frondosidad de la Amazonía boliviana permanecen los restos de la cultura prehispánica Casarabe, sobre la que una investigación arroja nueva luz con el descubrimiento de restos arqueológicos hasta ahora desconocidos.
Para escudriñar bajo el manto forestal, el equipo encabezado por Heiko Prümers, del Instituto Arqueológico Alemán, usó la tecnología LIDAR (Ligth Detection And Ranging), que emplea un escáner láser aerotransportado para obtener un mapa en 3D del terreno.
El equipo, que publica su estudio hoy, 25 de mayo, en “Nature”, pudo documentar en detalle dos grandes asentamientos ya conocidos, pero no explorados, Cotoca y Landívar, y otros 24 sitios más pequeños, sólo de 15 se sabía de su existencia, todos ellos en Llanos de los Mojos (sureste de Bolivia).
El uso de LIDAR, que permite “hacer desaparecer la vegetación”, llevó a identificar terrazas o lomas artificiales de cinco metros de altura y hasta 22 hectáreas (30 campos de fútbol), sobre las que había estructuras cívico-ceremoniales en forma de U y pirámides cónicas de hasta 21 metros de altura, como en Cotoca.
La cultura Casarabe, también conocida como la región de los montículos monumentales, se desarrolló entre los años 500 y 1400 de nuestra era, en el suroeste de Llanos de los Mojos, una zona de parches de sabana y bosque tropical.
Todavía una gran desconocida, hoy se sabe que “es la más compleja de toda la Amazonía”, explicó el arqueólogo y firmante de la investigación José Iriarte, de la Universidad de Exeter (Reino Unido).
Hasta el momento, lo que se conoce de Casarabe procede de veinte años de excavaciones en Loma Salvatierra y Loma Mendoza (ambas en los Llanos de Mojos), donde entre otros materiales, se han encontrado restos de 120 enterramientos.
Iriarte resume que eran agricultores y el maíz era su alimento más importante, aunque también cultivaban tubérculos, como la mandioca o el ñame, y algodón.
Esta cultura se desarrolló en un paisaje con un “contraste estacional grandísimo”, con más de cuatro meses de sequía, que durante el periodo seco resquebrajaba la arcilla con la que hacían sus construcciones, pero en la estación lluviosa la sabana estaba cubierta de una capa de agua.
El arqueólogo destacó que invirtieron “muchísimo en manejar ese ambiente con la construcción de terraplenes y canales” para aprovechar el agua y plantar en un suelo que era “especialmente rico” por la gran cantidad de sedimentos depositados durante el Holoceno medio.
“De lo que se tiene mapeado, y sólo es una pequeña parte de lo que se ve, hay mil kilómetros de canales y terraplenes”, señaló Iriarte, quien en sus 20 años de trabajo en la Amazonía ha contribuido con estudios de arqueobotánica, los cuales indican que el bosque no declinó, aunque se pudiera pensar que una cultura de este tipo haría grandes talas.
La cultura Casarabe “encaja en el urbanismo temprano tropical de baja densidad”, que también existía en lugares del sudeste asiático, Sri Lanka o Centroamérica, lo que deja de lado la idea que la Amazonía occidental estaba escasamente poblada en la época prehispánica, indica el estudio.
La investigación se centra especialmente en Cotoca y Landívar, que eran los principales centros de una red de asentamientos regionales conectados por calzadas aún visibles que irradian desde estos sitios a lo largo de varios kilómetros, escriben los autores.
Ninguno de los dos han sido todavía excavados y ahora, gracias al LIDAR, han descubierto “su magnitud”, de la que es difícil hacerse una idea con los métodos tradicionales de observación debido a la densidad del bosque, según Iriarte.
Los arqueólogos han visto la existencia de un tipo de arquitectura que califican de cívico-ceremonial, con pirámides de hasta 21 metros de altura sobre las plataformas artificiales, “ya no son los pequeños montículos de Loma Salvatierra”, y todos los elementos están interconectados.
Estos lugares están rodeados por muros y en los puntos donde se juntan los caminos de entrada hay pequeños montículos, que “serían como puestos de control, por lo que pensamos que deberían tener algún tipo de restricción de acceso”, comentó el arqueólogo.
Sitios como Cotoca se consideran que eran de uso ceremonial, pero no ocasional, sino que “probablemente vivía población durante buena parte del año”, al igual que en los muros circundantes, pues se han encontrado zonas que podrían ser basureros.
La orientación de los edificios en Cotoca y Landívar coincide con la observada en los 120 enterramientos recuperados en Loma Mendoza, lo que sugeriría algún motivo religioso, aunque “por ahora es especulación”.
Es mucho lo que aún queda por explorar y aprender, insiste Iriarte, quien describe la Amazonía como “la última frontera de la arqueología”.
jgt