Por Raúl Fontecilla
Corría el verano de 1997 en Londres, Inglaterra, cuando la editorial independiente Bloomsbury publicó Harry Potter y la piedra filosofal. El proyecto habría arrancado, según la anécdota, porque en 1996 el editor le dio a leer el primer libro a su hija, que en breve pidió la continuación, lo que confirmó la viabilidad de la publicación.
Antes de recibir el anticipo de mil 500 libras esterlinas, la vida de la autora Joanne Rowling pasó diversas dificultades. Para la industria editorial, llevar al público los siete tomos llevó poco más de 10 años, pero para la escritora atravesaría por dos detonantes en 1990.
Ser mamá y escritora, ¿misión imposible?
La escritora termina su matrimonio con el padre de su hija, el periodista portugués Jorge Arantes. Sin embargo, entre esos altibajos recibió lo mejor de la vida, su hija.
Al separarse de su esposo regresó a su patria, para comenzar a vivir en Escocia con su hermana Dianne (Di). Era consciente de que, en caso de retomar la enseñanza como profesión, escribir sería una tarea casi imposible de llevar a la par de su maternidad.
Esto le dio la determinación para terminar el manuscrito cuanto antes, pese a que implicaba vivir con ayuda económica del gobierno.
En su país una de las anécdotas más sonadas es que aprovechaba cuando la pequeña se dormía, Rowling tecleaba a toda prisa en una vieja máquina de escribir, cada tarde, en alguna cafetería cercana.
No niega que le tuvo amor-odio al libro. Tras el esfuerzo envió un sobre con los primeros tres capítulos a un agente literario.