La invasión militar de Rusia a Ucrania dividió a América Latina y el Caribe.

Más afín a los gobiernos izquierdistas de la zona, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, encontró un aliado… en el ultraderechista gobernante de Brasil, Jair Bolsonaro.

Tras entrevistarse el pasado 16 de febrero en Moscú con Putin, Bolsonaro, capitán en retiro que concede vanagloria y honor a los militares de Brasil que dieron un golpe de Estado en 1964 y gobernaron hasta 1985 y acusado por sus detractores de neonazi, evitó repudiar a Rusia por la agresión bélica a territorio ucraniano. Putin calificó al régimen ucraniano de neonazi.

El vicepresidente de Brasil, general en reserva Hamilton Mourao, acusó que Putin “no respeta el apaciguamiento”, clamó por una respuesta militar del “mundo occidental” contra Rusia y aclaró que tampoco habló a nombre del gobierno. “Brasil no está de acuerdo con una invasión del territorio ucraniano”, recalcó.

Pero luego del pronunciamiento de su vicepresidente, Bolsonaro lo desautorizó y recordó que la política exterior brasileña está bajo su mando directo, pero sin asumir una posición específica en torno al diferendo internacional provocado por el pleito entre Rusia y Ucrania y en un país que, como Brasil, alberga a numerosos ucranianos.

Sin mencionar a Mourao, del que está distanciado, Bolsonaro insistió: “Con todo el respeto a la persona que dijo eso, está hablando algo que no debe, no es de su competencia, es nuestra competencia”.

La cancillería brasileña, no obstante, se limitó a pedir el cese inmediato de hostilidades en Ucrania y el inicio de negociaciones diplomáticas y sin condenar explícitamente las actividades castrenses rusas en suelo ucraniano.

El ex presidente izquierdista brasileño Luiz Inácio Lula da Silva adoptó una actitud evasiva: condenar sin decir a quien y rechazar la vía militar sin citar ni a la nación atacante ni a la atacada.

El Grupo de Puebla, foro de políticos izquierdistas latinoamericanos y caribeños fundado en 2019 en México, exhortó a Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) a mantener la paz y la seguridad de Ucrania y a abandonar “la vía de la intervención militar y de las sanciones unilaterales” contra Moscú.

Las represalias económicas sobre Rusia son “instrumentos de presión para forzar una salida asimétrica del conflicto con un alto costo” de vidas, añadió.

“No a la guerra: la agresión de EU y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) debe finalizar”, proclamó el 10 de febrero anterior el Foro Sao Paulo, instancia partidista de la izquierda interamericana nacida en 1990 en Brasil.

En un comunicado que emitió antes de la invasión rusa a Ucrania, el Foro denunció el incremento de “las provocaciones” belicistas de EU y de la OTAN “en contra de Rusia, bajo una guerra mediática de supuestas intenciones de invasión” de Ucrania y reiteró que Washington “ha sido el responsable de todos los últimos conflictos bélicos mundiales”.

Perpetrada la invasión rusa el 23 de este mes, el Foro todavía sigue sin pronunciarse.

Sin condenar a Rusia, el gobierno izquierdista de Bolivia instó a preservar la paz y la seguridad y lamentó que haya una mayor escalada. El izquierdista ex presidente boliviano Evo Morales, mentor del presidente de Bolivia, Luis Arce, sí condenó “el intervencionismo de EU para enfrentar” a Rusia y Ucrania y adujo que “Europa no puede convertirse en el teatro de operaciones de EU contra países soberanos”.

El presidente electo de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, condenó la incursión rusa a Ucrania. “Rusia ha optado por la guerra como medio para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegitimo de la fuerza. Nuestra solidaridad estará con las víctimas y nuestros humildes esfuerzos con la paz”, tuiteó.

Maniobra política

En dos fases, antes de la invasión y durante el ataque bélico, Moscú exhibió sus maniobras con Cuba, Venezuela y Nicaragua, sus socios incondicionales.

En una gira del 16 al 18 de febrero, el viceprimer ministro de Rusia, Yuri Borisov, visitó a los cuestionados presidentes de Cuba, Miguel Díaz—Canel, de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Nicaragua, Daniel Ortega. Los tres mandatarios ratificaron a Borisov su apoyo a Putin.

En vez de referirse a la invasión de Rusia a Ucrania, los medios cubanos prensa, controlados por el régimen comunista, informan sobre “la operación especial militar” de Moscú. Como país que 1960 a 1991 dependió de la ayuda económica, financiera y militar que le suministró la entonces Unión Soviética, Cuba nunca reprochó al gobierno soviético por las invasiones armadas que lanzó en 1968 a Checoslovaquia y en 1979 a Afganistán.

El presidente de la Duma Estatal (cámara baja) de la Asamblea Federal (Poder Legislativo) de Rusia, Vyacheslav Volodin, llegó el miércoles anterior a Cuba, donde se entrevistó con Díaz—Canel, y el jueves a Nicaragua para entrevistarse con legisladores oficialistas. No se informó que se reuniera con Ortega.

El gobierno izquierdista de Perú también eludió fustigar directamente a Putin por atacar a Ucrania, abogó por una solución política y alegó que “la intervención” de tropas rusas “configura una violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”.

Fiel a su tradición pacifista como país sin ejército desde 1948, Costa Rica rechazó “cualquier acto unilateral de fuerza contra un Estado” y condenó a Rusia por “la ofensiva desplegada” contra Ucrania.

Sin condenar a Putin, Panamá lamentó el ataque ruso y solicitó respetar “la soberanía, la independencia política e integridad territorial de Ucrania”.

Colombia, Ecuador, Uruguay, Guatemala, México, Argentina, Paraguay y República Dominicana sí condenaron a Rusia. El “ataque premeditado e injustificado” de Rusia contra el pueblo de Ucrania “amenaza a la paz mundial”, alertó Colombia.

El gobierno izquierdista de Honduras pidió diálogo entre las partes en pugna. El Salvador optó, por el momento, por mantener silencio.

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