Washington.- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reunirá con su homólogo chino, Xi Jinping, el 14 de noviembre en Bali, Indonesia, al margen de la cumbre del G20, anunció la Casa Blanca, en un momento de alta tensión entre las dos superpotencias.
Los dos líderes, que se reunirán por primera vez cara a cara desde la elección de Biden, discutirán sobre cómo “manejar responsablemente” la rivalidad entre sus respectivos países mientras intentan “trabajar juntos donde (sus) intereses coincidan”, dijo la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean Pierre, en un comunicado.
Biden y Xi, que ya hablaron varias veces por teléfono y videoconferencia, también abordarán una serie de temas “internacionales y regionales”, afirmó, pero sin mencionar explícitamente el destino de Taiwán.
Taiwán, factor de tensión
“Lo que quiero hacer con él, cuando hablemos entre nosotros, es determinar el tipo de líneas rojas” que se debe respetar, dijo el líder demócrata este miércoles en una conferencia de prensa en Washington.
“La doctrina sobre Taiwán no ha cambiado en absoluto”, repitió Biden, evitando reformular declaraciones anteriores que habían irritado a Pekín, según las cuales las fuerzas armadas estadounidenses defenderían a Taiwán si la isla fuera atacada.
Xi ganó un tercer mandato en el Congreso del Partido Comunista Chino el mes pasado, consolidando su estatus como el líder chino más poderoso desde Mao Tse-Ttung.
Ese factor generó preocupación en Taiwán y en Washington de que China redoble sus esfuerzos para anexionar la isla.
Biden insiste con frecuencia en su larga relación con el líder chino, que comenzó cuando era vicepresidente de Barack Obama.
La última conversación entre ambos líderes remonta a finales de julio. Desde entonces, la tensión entre Washington y Pekín ha aumentado.
Los equipos de la Casa Blanca llevaban semanas trabajando para organizar un encuentro presencial en Bali.
Taiwán ha sido uno de los puntos de mayor fricción, pero también la posición de cada uno frente a Rusia y la invasión de Ucrania, así como las rivalidades tecnológicas y comerciales, en momentos en que los estadounidenses intentan reactivar su propia industria de tecnología de punta para reducir su dependencia de China.
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