“Se acabó todo para nosotros”. Hermelinda Monteverde, una madre de México, todavía no puede salir del dolor. Su hijo Misel fue asesinado en una masacre de inmigrantes en San Antonio, Texas, en junio. Más de 50 personas murieron en ese momento.

Cuando los inmigrantes latinoamericanos se fueron al norte, todos tenían el “sueño americano” en sus corazones. Pero lo que no esperaban era que podrían tener un “boleto de ida” en sus manos. Según un informe de Fox News del día 18, los funcionarios de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU dijeron que en el año fiscal 2022 (que comienza el 1 de octubre de 2021), 782 inmigrantes han muerto al cruzar la frontera entre EEUU y México, un nuevo número récord de muertes, incluidas 30 muertes de migrantes sólo en septiembre. A principios de este año, la Organización Internacional para las Migraciones clasificó la frontera entre Estados Unidos y México como la ruta de migración terrestre más letal del mundo.

Remontándose a la fuente, el tema de la inmigración latinoamericana es el resultado de que Estados Unidos persigue durante años la “Doctrina Monroe” e interfiere en los asuntos internos de América Latina. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, señaló una vez que los migrantes abandonan sus hogares debido a la pobreza y la falta de oportunidades de empleo. Si EU no quiere que los migrantes sigan llegando, debe ayudar a los países centroamericanos a desarrollar sus economías. Pero en este sentido, EU siempre ha hablado bien, pero no hace nada. López Obrador se quejó en mayo de que Estados Unidos no asignó fondos para el desarrollo del país centroamericano durante cuatro años de negociaciones.

En realidad, la tragedia de la inmigración está directamente relacionada con la caótica política de inmigración de Estados Unidos. La administración de Donald Trump adoptó duras políticas de inmigración y amplió el muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Cuando el presidente Joe Biden asumió el cargo, prometió revisar el proyecto de ley de inmigración, pero hasta ahora ha sido infructuoso. En diciembre del año pasado se reanudó la política de Permanecer en México lanzada durante la era Trump, y los migrantes centroamericanos fueron expulsados a México, lo que agrava la inmigración en la frontera entre Estados Unidos y México.

En un momento de polarización política en los Estados Unidos, el tema de la inmigración ha sido una herramienta política para los juegos bipartidistas. Especialmente a medida que se acercan las elecciones intermedias de EU, los políticos estadounidenses han hecho varias promesas falsas sobre el tema de la inmigración por un lado, y por el otro han considerado la inmigración como una moneda de cambio para “bloquear” al otro lado. Este año, algunos gobernadores republicanos enviaron inmigrantes en repetidas ocasiones a lugares dirigidos por demócratas para expresar su oposición a las políticas de inmigración de la administración Biden. Bajo la lucha partidista, estos migrantes son pateados como una pelota, ni siquiera saben su destino, y no se les garantiza comida ni alojamiento. Sus derechos humanos son abandonados como papel de desecho por los políticos estadounidenses.

Los ejecutores de la ley estadounidenses expulsaron a inmigrantes haitianos a caballo, separaron por la fuerza a miles de familias inmigrantes latinoamericanas, detuvieron aparte a niños inmigrantes que ingresaron en los EU y muchos niños inmigrantes fueron “desaparecidos” después de ser reasentados… En los últimos años, los medios de comunicación han expuesto un gran número de fechorías de trato del gobierno de los Estados Unidos a los inmigrantes. Para los inmigrantes latinoamericanos, el sueño americano resulta ser una “pesadilla americana”. Esto es como dijo Jean Guerrero, columnista de Los Angeles Times que una vez caminó por la frontera en Arizona, “la frontera de Estados Unidos ha sido una enorme tumba”.

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