La destrozada ciudad portuaria de Mariupol resistía ayer ante el embate ruso.

Rusia estimó que 2 mil 500 combatientes ucranianos y 400 mercenarios extranjeros estaban resistiendo en una enorme planta de acero en el último foco de resistencia en Mariupol. Moscú dio a los defensores de la ciudad un ultimátum para rendirse o morir con una fecha límite al mediodía, diciendo que aquellos que depusieron las armas tenían “garantía de mantener sus vidas”; los combatientes lo ignoraron.

Muchos lugareños, incluidos niños, también se están refugiando en la planta de Azovstal, dijo Mikhail Vershinin, jefe de la policía de patrulla de la ciudad.

Petro Andriushchenko, un asesor del alcalde de Mariupol, dijo que las fuerzas rusas anunciaron que la urbe estaría cerrada para entrar y salir el lunes, al advertir que los hombres que permanecieran en la ciudad serían “filtrados” y reubicados para ser examinados por las fuerzas rusas.

“Lucharemos absolutamente hasta el final, hasta la victoria, en esta guerra”, prometió el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal en This Week de ABC. Dijo que Ucrania está preparada a poner fin a la guerra a través de la diplomacia si es posible, “pero no tenemos intención de rendirnos”. Shmyhal declaró su intención de mantener en los próximos días una reunión con responsables del Fondo Monetario Internacional (FMI) para garantizar un préstamo de ayuda.

El presidente ucraniano Volodimir Zelensky dijo que había discutido con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, el “tema de garantizar la estabilidad financiera de Ucrania y los preparativos para la reconstrucción”.

Descarta abandonar zona

Zelensky descartó la idea de dejar que Moscú se apodere de la región del Donbás y parte del este de Ucrania para detener el baño de sangre, durante una entrevista emitida por CNN: “Ucrania y su gente lo tienen claro. No tenemos derecho a los territorios de nadie más, pero no vamos a renunciar a los nuestros”.

También declaró: “No le creo nada al mundo. Después de haber visto lo que está pasando en Ucrania, (…) quiero decir que no creo en este sentimiento de que debemos creerle a algunos países o algunos líderes. No creemos las palabras. Después de la escalada de Rusia, no creemos a nuestros vecinos. No creemos todo esto”.

El presidente ucraniano manifestó su deseo de que lo visitara el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden: “Creo que vendrá (…) pero la decisión depende de él, por supuesto, depende de la situación de seguridad (…) Pero creo que él es el gobernante de EU y por eso debería venir y ver”.

El gobierno de EU está considerando mandar un representante a Kiev, pero la Casa Blanca descarta que el propio presidente se desplace, en un viaje que sería de alto riesgo en medio del conflicto. Zelensky también indicó que invitó a Emmanuel Macron a visitar Ucrania.

“Una línea roja”

El ministro de Exteriores de Ucrania, Dimitro Kuleba, dijo que “la situación en Mariupol es terrible, militarmente, y desgarradora”, y “puede ser una línea roja” en las negociaciones con Rusia. Declaró que “continúan su lucha”, pero que la ciudad ya no existe debido a la destrucción masiva. Indicó que no existen contactos diplomáticos de alto nivel con Rusia desde hace semanas, aproximadamente desde que Kiev y sus aliados denunciaran a inicios de mes la matanza de cientos de civiles en Bucha a manos de las tropas rusas.

El ejército ruso continuó sus ataques con misiles de alta precisión y fuego de artillería contra instalaciones ucranianas, entre ellas una fábrica de municiones en la región de Kiev. Los intentos de acordar rutas de evacuación seguras para los civiles atrapados en los combates en el sur y el este de Ucrania fracasaron ayer.

Cinco muertos en Kharkiv

Las autoridades de Kharkiv informaron que al menos cinco personas murieron y 13 resultaron heridas en un ataque con cohetes. Serhii Haidai, jefe de la administración militar de la región de Lugansk, dijo que los bombardeos rusos alcanzaron una iglesia.

El Estado Islámico llamó a sus seguidores a que realicen ataques en Europa aprovechando la guerra y lanzó una campaña militar en venganza por las muertes del antiguo líder, Abu Ibrahim al Hashimi al Qurashi, y el portavoz Abu Hamza al Qurashi.

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