Fue mito erótico, la fantasía de miles que la vieron relucir en las salas de cine en los 70, pero también una mujer misteriosa con actuaciones convincentes por las que obtuvo un Ariel en 1975 y apostó al retiro prematuro.

Emilio “El Indio” Fernández supo retratar muy bien a esa Venus salvaje, cuando, en 1974, realizó una secuencia en el filme “La Choca”, donde ella sorprende nadando al desnudo en un río, para después perderse entre la naturaleza, con su larga cabellera y su piel morena al descubierto.

Por eso sorprendió que se haya retirado de los reflectores antes de tiempo, al inicio de la década de los 80. Ella confesó 20 años después que este alejamiento se dio tras la muerte de uno de sus hijos, una pena que no le permitió seguir en su carrera.

La actriz murió el 22 de junio a los 74 años a causa de una anemia derivada de complicaciones del cáncer de hígado que padecía.

En 2006, había reaparecido en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Entrevistada, dijo que no vivía del pasado y que era una mujer de fe: “He aprendido a aceptar las cosas que Dios me pone en el camino”, contó. “Se han manejado muchas cosas (sobre su retiro), pero creo que el deber de madre me llamó más y por eso decidí darme ese espacio”, añadió.

Nacida en Minatitlán, Veracruz, el 15 de septiembre de 1947, María de las Mercedes Carreño Nava mostró desde pequeña inclinación por el arte dramático, por lo que en su adolescencia se mudó a la Ciudad de México para estudiar en la academia Andrés Soler de la ANDA, actividad que combinaba con el modelaje, donde se le comienza a conocer como la Chica del monokini.

Su debut en el teatro lo hizo bajo la dirección de un monstruo del escenario, Carlos Ancira, en la puesta en escena El hombre y su máscara. A finales de los 60 incursionó en el cine con pequeños papeles, hasta que decidió ponerse al frente de proyectos con la creación de la productora Uranio Films, que fundó con su primer esposo, el fotógrafo José Lorenzo Zakany Almada.

Damiana y los hombres (1967), Andante (1969), La sangre enemiga (1971) y La inocente (1972) fueron los proyectos de esta productora en los que Carreño reafirmó su imagen de símbolo sexual; una actriz transgresora para los cánones de la época.

Le siguió La otra virginidad (1975), dirigida por Juan Manuel Torres, quien se convertiría en su segundo esposo, con él filmó La vida cambia (1975), El mar (1976) y La mujer perfecta (1977), obras con una fuerte carga erótica y que cuestionaba a una sociedad puritana; uno de sus últimos trabajo en el cine nacional fue El Noa Noa (1980), con Juan Gabriel de estelar, y Arlette Pacheco.

“Filmamos en Ciudad Juárez, Meche Carreño, Margarita Cervera y yo hacíamos a las mejores amigas de Juan Gabriel; convivíamos poco en la locación, ella era un poco distante, llevaba una vida muy apartada, aunque estuvimos cuatro o seis semanas filmando, no recuerdo que nos hayamos relacionado más: no comía, ni platicaba con nosotros, ni con Juan Gabriel”, dijo Pacheco.

A pesar de que se preparó en años recientes para volver al cine, en sus últimos días se dedicó al activismo ambiental y quería escribir un libro para niños.

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