El New START (Strategic Arms Reduction Treaty, por sus siglas en inglés), el tratado de desarme nuclear que el presidente ruso Vladimir Putin acaba de suspender, es el último acuerdo bilateral de este tipo sellado por los dos viejos rivales de la Guerra Fría Rusia y Estados Unidos.

“Tengo que anunciar que Rusia suspende su participación en el nuevo tratado Start”, dijo Putin, en un discurso en el que reiteró su voluntad de continuar la invasión a Ucrania. “Nadie debe hacerse ilusiones de que puede violarse la paridad estratégica mundial”.

El presidente ruso declaró que Rusia aún no se retiraba totalmente del tratado, sino que suspende su participación, pero invocó a los mandos militares a estar preparados para reanudar las pruebas de armas nucleares si Estados Unidos lo hace primero.

El acuerdo fue firmado en 2010 en la capital de República Checa, Praga, por los dos presidentes de la época: el estadounidense Barack Obama y el ruso Dmitri Medvedev. Se trataba de un elemento clave de la política de “reinicio” del momento, un intento de la administración estadounidense de relanzar las relaciones con el Kremlin.

El pacto fue renovado por cinco años en 2021, pese a que los países se encontraban en un contexto de desconfianza mutua máxima, entre acusaciones de injerencia electoral, espionaje y ciberataques.

El acuerdo New START establece que ambas potencias nucleares pueden poseer, como máximo, 1.550 ojivas nucleares tácticas cada uno (cerca de un 30% del límite marcado en 2002). También limita el número de lanzadores y de bombarderos pesados a 800, una cantidad que, no obstante, sigue bastando para destruir la Tierra varias veces.

El acuerdo tiene como objeto principal establecer un sistema de control que se lleva adelante a través de inspecciones mutuas de los respectivos arsenales, un pilar de la política de desarme denominada “Confía, pero verifica”, defendida por el ex presidente estadounidense Ronald Reagan.

Según EEUU, Moscú no venía cumpliendo con su parte al no permitir las inspecciones rutinarias que han sido acordadas en el marco del tratado dentro de su territorio. La preocupación de Washington ha sido generada a principios de enero pasado, cuando comenzó a percibirse la reticencia de Putin a las verificaciones y controles acordados.

Ante ello, Estados Unidos llevó adelante formalmente una queja diplomática que dio lugar a una acusación concreta a Rusia de violar el acuerdo ante su reiterada negativa a la autorización de inspecciones sobre el terreno y también por no asistir a la reunión que se esperaba realizar el 1 de febrero para discutir asuntos relativos al tratado. Con esa ausencia, Moscú profundizó la preocupación estadounidense en la medida que la guerra de Ucrania seguía su curso y la amenaza de Vladimir Putin de utilizar armas tácticas no se ha disipado.

Los desacuerdos exacerbaron las tensiones directas entre Estados Unidos y Rusia, empeorando las relaciones entre ambos países por la guerra lanzada por el Kremlin contra Ucrania.

La anterior Administración estadounidense insistió en la participación en el tratado de China, algo que rechazó Beijing y que en ningún momento apoyó Moscú. Rusia, a su vez, ha dicho que en todo caso habría que incluir también a Francia y el Reino Unido, las otras dos potencias nucleares declaradas de Occidente y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Moscú y Washington tienen un 90 % de todas las armas nucleares que existen en el planeta.

El proceso de renovación del tratado es simple y únicamente requiere que Washington y Moscú lo aprueben a través de una nota diplomática.

En 2021 esta acción fue ejecutada pocos días antes de la fecha de finalización del tratado. Sin embargo, Estados Unidos y sus aliados europeos han manifestado profunda preocupación ante el caso de que Rusia se niegue a renegociar un nuevo acuerdo en la materia para que éste continúe vigente luego que el actual expire dentro de tres años como está pactado.

Fuentes de inteligencia occidentales sostienen que, como muestra el anuncio de Putin de hoy, la dirección y los resultados de la guerra de Ucrania serán determinantes para la decisiones futuras de Moscú.

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