Moscú.— Vladimir Putin se posicionó ayer como garante de la paz interior en Rusia, al asegurar que evitó un baño de sangre, en su primera declaración pública desde la breve rebelión de Wagner, cuyo jefe, Yevgueni Prigozhin, aseguró que fue para salvar al grupo paramilitar y no para tomar el poder.

“Desde el comienzo se tomaron medidas siguiendo mis instrucciones directas para evitar un gran derramamiento de sangre”, dijo Putin en un discurso televisado, y señaló que Occidente y Ucrania querían “un resultado fratricida”.

Añadió que los combatientes de Wagner deben unirse al ejército o irse a Bielorrusia: “Tienen la posibilidad de continuar sirviendo a Rusia con un contrato con el Ministerio de Defensa u otros organismos encargados de hacer cumplir la ley o regresar con su familia y seres queridos (…) Quien quiera puede ir a Bielorrusia”.

Después, el mandatario ruso se reunió con sus principales funcionarios de seguridad, anunció el Kremlin.

Poco antes, su homólogo estadounidense, Joe Biden, aseguró que los occidentales “no tuvimos nada que ver” con la fallida rebelión del jefe del grupo Wagner.

“Convoqué a nuestros aliados clave en una llamada de Zoom”, declaró Biden. “Coincidimos en que teníamos que asegurarnos de no dar a [Vladimir] Putin ninguna excusa (…) para culpar de ello a Occidente y a la OTAN. Dejamos claro que no estábamos involucrados. No tuvimos nada que ver, era un problema dentro del sistema ruso”, añadió.

Por su parte, Putin agradeció a los rusos por su “resiliencia, unidad y patriotismo”, y dijo que “esta solidaridad ciudadana mostró que todo chantaje (…) está llamado al fracaso”. Acusó al jefe de Wagner, sin nombrarlo, de haber traicionado a su país y a su pueblo y de mentir a sus hombres.

El lunes, Prigozhin negó que quisiera tomar el poder en Rusia y justificó su rebelión abortada alegando que quería salvar su organización y poner en evidencia los “graves problemas de seguridad” en el país.

Por su parte las autoridades rusas hicieron todo lo posible durante el lunes para dar una imagen de normalidad a pesar del duro golpe que el intento de rebelión supone para la imagen de Putin, en plena contraofensiva en Ucrania. La rebelión de Prigozhin, otrora aliado de Putin, duró 24 horas y terminó el sábado.

En su primer mensaje de audio difundido desde que pusiera fin a la rebelión, Prigozhin no reveló su paradero. Según un acuerdo alcanzado el sábado con el Kremlin con mediación del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, el líder de Wagner debería exiliarse a Bielorrusia.

“El objetivo de la marcha era no permitir la destrucción del grupo Wagner y responsabilizar a aquellos que con sus acciones poco profesionales cometieron un número considerable de errores durante la operación militar especial” en Ucrania, dijo.

Según él, la marcha de sus hombres hacia Moscú “ha evidenciado graves problemas de seguridad en el país”, porque pudieron apoderarse sin mucha resistencia del cuartel general del ejército en Rostov y de varias instalaciones militares, recorriendo 780 kilómetros antes de parar.

Si las fuerzas de Wagner no avanzaron más fue, según Prigozhin, para no “derramar sangre rusa”. También dijo que no quería “derrocar el poder” y que tenía el apoyo de los civiles que se cruzó durante la marcha.

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