La gente que visita Ruanda a menudo suele quedar sorprendida al encontrar un país donde las cosas parecen funcionar de manera eficiente. Es limpia y ordenada, ofrece exuberantes vistas con abundante vegetación, y el wi-fi es bueno en su capital, Kigali.
Además, sus habitantes tienden a pagar impuestos; los servicios son confiables; las carreteras son seguras: de hecho, el gobierno la promociona como “una de las naciones más seguras del mundo”.
Tomemos como ejemplo la pandemia de covid-19, durante la cual Ruanda no dudó en tomarla por los cuernos. Impuso confinamientos rápidamente y los hizo cumplir estrictamente.
Hoy, más del 60% de la población está vacunada, algo que el British Medical Journal califica como una hazaña “en un continente que es un desierto de vacunas contra el covid-19”.
Por todo esto, y por su robusto crecimiento económico en la última década, Ruanda es apodada por algunos como “la Suiza de África”.
Pero debajo del cumplimiento de las normas y de los macizos de flores ajardinados que cubren el paisaje de Kigali hay un miedo colectivo.
Si entras a un bar y tratas de iniciar una conversación que puede resultar controvertida, te pedirán que te calles, y es muy probable que tu comportamiento sea reportado a las autoridades.
Y aquellos a quienes se considera una amenaza real para el país son tratados con mano firme.
“Parece la Suiza de África, pero es un país extremadamente represivo y aterrador”, le dice a la BBC Michela Wrong, autora de un libro publicado recientemente sobre Ruanda titulado “Do Not Disturb” (No molestar).
El último sábado de cada mes, todos se reúnen en sus barrios para realizar una limpieza colectiva: barren las calles y recogen la basura. Esta actividad es conocida como el “Umuganda”, que en kinyarwanda, la lengua oficial de Ruanda, significa “Trabajo comunitario”.
Un ruandés, que pidió no ser identificado, explica que no existe una ley que obligue a las personas a asistir a Umuganda, pero existe el temor de que te ganes una mala reputación, que alguien te denuncie y que tu nombre quede registrado como una persona problemática.
Autoescuelas y clases de idiomas
Es probable que los campos a los que Reino Unido envíe a sus solicitantes de asilo bajo el nuevo acuerdo firmado con Ruanda estén bien organizados, en contraste con aquellos campos de refugiados construidos con tiendas de campaña o láminas de plástico que suelen verse en todo el mundo.
El país, que tiene una población de 13 millones, ya ha recibido a más de 900 solicitantes de asilo provenientes de Libia desde 2019, en virtud de un acuerdo conjunto con la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) y la Unión Africana (AU).
Los solicitantes de asilo inicialmente fueron alojados en Gashora, a unos 60 km de Kigali. ACNUR dice que no es un campo de refugiados, sino un mecanismo de “tránsito de emergencia”: más de la mitad ya han sido reubicados en Suecia, Canadá, Noruega, Francia y Bélgica.
Este sitio de la ONU, cuyas estructuras son permanentes, tiene como objetivo enseñarles habilidades para ayudarlos en su nueva vida, luego de que vivieron bajo condiciones terribles en los campamentos de Libia.
El campo cuenta con una autoescuela y ofrece clases de idiomas, entre otras cosas.
“Xenófobo e inaceptable”
Pero cuando Dinamarca anunció el año pasado que estaba planeando un acuerdo similar al que acaba de lanzar Reino Unido, la UA respondió.
“Tales intentos de detener la migración de África a Europa son xenófobos y completamente inaceptables”, acusó el organismo en agosto pasado.
África ya ha recibido el 85% de los refugiados del mundo “a menudo en situaciones prolongadas, mientras que solo el 15% es acogido por países desarrollados”, agregó.
Michela Wrong afirma que se trata de un “tratado cínico y amoral”.
“Es un elemento disuasorio para los solicitantes de asilo… quien intente huir de la represión en África se horrorizará de ser enviado a Ruanda”, explica.
A diferencia del proyecto de ACNUR, los detalles que se dan a conocer del esquema de Reino Unido sugieren que los solicitantes de asilo permanecerían en Ruanda por más tiempo, “para que puedan reasentarse y prosperar”, como afirmó el ministro del Interior.
No está claro cuántas personas espera aceptar Ruanda, dado que es uno de los países más densamente poblados de África, pero el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, señaló que necesitarían enviar “decenas de miles en los próximos años”.
Fuera de Kigali, Wrong apunta que Ruanda es una “sociedad agraria pobre donde se cultiva cada centímetro de tierra fértil y que en realidad no tiene espacio para aceptar refugiados”.
Youtubers procesados
Nadie espera mucha oposición en Ruanda a la medida, como tienden a lamentar los críticos de Paul Kagame, de 64 años, quien lideró las fuerzas rebeldes que pusieron fin al genocidio de 1994 y ha sido presidente desde el 2000.
El mes pasado, Human Rights Watch emitió un informe sobre el enjuiciamiento durante el último año de al menos ocho youtubers considerados críticos con el gobierno.
Uno, que filmó y criticó a los soldados que expulsaban a la fuerza a los residentes durante la limpieza de un barrio marginal, ha sido condenado a siete años de cárcel.
Los críticos que huyen del país han sido perseguidos y asesinados por agentes ruandeses en el exilio, o llevados a juicio, como es el caso de Paul Rusesabagina, el gerente del hotel que salvó la vida de más de 1.000 personas durante el genocidio y en quien se basó la película de Hollywood Hotel Rwanda.
Después del genocidio, en el que murieron 800.000 personas, Rusesabagina se convirtió en ciudadano belga y usó su fama para hablar en contra del gobierno del presidente Kagame, que él considera como represivo.
Pero en 2020, su familia asegura que fue secuestrado mientras estaba de paso por Dubái. Fue trasladado a Ruanda y condenado a 25 años de cárcel por apoyar a un grupo rebelde.
Su hija, Carine Kanimba, le dijo a la BBC que Ruanda mostraba cero respeto por los derechos humanos: “Ruanda es una dictadura, no hay libertad de expresión, no hay democracia. En las últimas elecciones, el presidente ganó las elecciones por un 99%, lo que te dice que esto no es una democracia.
“No entiendo por qué el gobierno británico decide enviar a personas vulnerables a un país que se sabe que oprime a su propio pueblo”.
“Bueno” identificando problemas de Occidente
La razón quizás esté en Kagame, quien es un hombre carismático, amante del club de fútbol Arsenal y motivado.
Muchos líderes occidentales, aquellos que quizá se sienten culpables de no haber hecho más para detener el genocidio que ahora define a Ruanda en el extranjero, están enamorados de él.
“Es muy bueno identificando los problemas que les quitan el sueño a los líderes occidentales y presentándoles una solución que parece ser efectiva y económica”, explica Wrong, señalando cómo las tropas ruandesas fueron enviadas a Mozambique el año pasado para hacer frente a una insurgencia yihadista.
El año pasado, Kagame dijo que estaba ofreciendo centros de refugiados por “razones humanitarias”. Pero uno de los pocos partidos de oposición de Ruanda ha dicho que todo se trata de dinero.
Las naciones occidentales están impresionadas por el rápido desarrollo económico de Ruanda desde el genocidio y por el hecho de que la corrupción parece no ser un problema, aunque los donantes emiten advertencias sobre derechos humanos.
La historia de amor del Partido Conservador de Reino Unido con Ruanda comenzó en 2007, cuando eran la oposición, con algo llamado Proyecto Umubano, fundado por Andrew Mitchell.
Este exministro de Desarrollo organizó viajes de los parlamentarios a Ruanda cada agosto para trabajar en proyectos de desarrollo y enseñar cricket.
Una organización benéfica de críquet vinculada al proyecto comenzó a recaudar fondos y hace unos años se inauguró en las afueras de Kigali el estadio de críquet Gahanga, también conocido como Kicukiro Oval.
Algunos ven el acuerdo de los solicitantes de asilo como parte de una estrategia sofisticada para mejorar la imagen de Ruanda, mientras el país se prepara para albergar la cumbre de la Commonwealth en junio.
Pero Yolande Makolo, portavoz del gobierno de Ruanda, desestimó a sus críticos y dijo que nadie ha sido perseguido en Ruanda por tener una opinión.
“Conocemos el tipo de situaciones por las que han pasado personas de países como aquellos y (Ruanda) es un lugar donde estarán seguros, estarán protegidos y podrán vivir vidas dignas y tener la oportunidad de desarrollar sus talentos”, le dijo Yolande Makolo a la BBC.