Bruselas.— La enfermedad por Covid-19 ha dejado de ser una emergencia de interés internacional, un evento inusual e inesperado que supone un riesgo de salud pública para otros Estados a través de la propagación entre las naciones.

Esa fue la conclusión a la que llegaron los miembros del Comité de Emergencia en su decimoquinta reunión celebrada el 4 de mayo y que dio elementos al titular de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, para declarar al día siguiente el fin de la pandemia por coronavirus.

Sin embargo, la recomendación emitida por el prestigioso grupo de estudiosos estuvo acompañada de otra igualmente relevante y que se relaciona con la necesidad de avanzar en los preparativos para enfrentar la próxima amenaza, que al igual que el virus detectado por vez primera en Wuhan aparecerá de manera sorpresiva en algún punto del planeta.

Para evitar caer en improvisaciones que terminan cobrándose vidas, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) llama a los países a fortalecer sus líneas defensivas con base en las lecciones aprendas durante la pandemia.

“Necesitamos estar mejor preparados para futuras crisis de salud pública y debe hacerse a través de acciones en diferentes áreas, invirtiendo y fortaleciendo a profesionales de salud pública, mejorando la vigilancia de enfermedades infecciosas, mejorando la comunicación de riesgos y la participación de la comunidad, y la colaboración entre organizaciones, países y regiones”, afirma Andrea Ammon, directora del ECDC.

Personal sanitario, el que más padeció

Los expertos coinciden en que nadie padeció más los estragos del virus que el personal sanitario. La OMS estimó en octubre de 2021 que la pandemia pudo haberse cobrado la vida de entre 80 mil y 180 mil profesionales de la salud, a lo que habría que añadir los estragos causados por la sobrecarga de trabajo y el síndrome posCovid-19. En diciembre, la Agencia de Estadísticas del Reino Unido estimó que 4.58% del personal de la salud presentaba efectos del virus de largo plazo.

“Tener una fuerza laboral de salud pública fuerte, capacitada y actualizada en el uso de nuevos sistemas y metodologías, es vital para implementar las lecciones aprendidas y prepararse para posibles crisis de salud”, indica un reporte técnico del ECDC.

Un error, bajar la guardia

El documento elaborado, entre otros, por los investigadores Agoritsa Baka y Daniel Cauchi, y que reúne a expertos sobre experiencia acumulada durante crisis sanitaria afirma que sería un error bajar la guardia, es decir, revertir el presupuesto público en salud a niveles previos a la pandemia.

Afirman que hay que dar continuidad, inyectar fondos para la retención, el reclutamiento y la capacitación del personal médico, tomando en consideración que la fuerza laboral está disminuyendo por desgaste y ofertas de trabajo más atractivas. Un reto en el horizonte para el sector médico es el envejecimiento de la población.

“Se avecina una crisis demográfica dentro de la fuerza laboral de salud pública en la Unión Europea, cuya población está envejeciendo. Urgen incentivos para atraer a jóvenes profesionales al campo de la salud pública”, detalla el análisis. El documento recomienda continuar con el ciclo de preparación y respuesta; hasta el 16 de abril de 2023 el Covid había dejado un saldo de 763 millones de casos confirmados y más de 6.9 millones de muertos.

Ningún país estuvo listo para afrontar el nuevo coronavirus. EU, Reino Unido, Alemania, Canadá y Francia tenían planes de preparación ante pandemias a principios de 2020, pero estaban enfocados a afrontar una de influenza.

El plan ideal

Para tratar de contener los daños de la epidemia que viene, el “plan ideal” de preparación debe incluir escenarios, incluyendo el más catastrófico; abordar diversos patógenos y peligros, ser flexible y capaz de operar en escalas atendiendo la severidad y duración de la crisis. Además debe incluir pruebas de simulación periódicas.

El legislativo tiene que asumir como tarea permanente la modernización de la normativa, al tiempo que los gobiernos deben tomar en consideración la conveniencia de mantener reservas de equipos de protección personal, farmacéuticos y de pruebas. Hay que evitar los errores cometidos durante la pandemia en el ámbito de la toma de decisión, algunas acciones se implementaron con base en la política y no atendiendo las opiniones de los expertos. “Falta de evidencia, competencia o prioridades contradictorias, recomendaciones proporcionadas por diferentes órganos asesores, roles poco claros y la fragmentación del sistema de salud ralentizó o dificultó la toma de decisiones durante la pandemia de Covid-19”.

Igual de importante, agrega el documento, es seguir fomentando el enfoque de Salud Única (salud humana, animal y ambiental) en la planificación de los planes de acción para el futuro, debido a la amenaza emergente que representan las zoonosis y el cambio climático. La próxima pandemia se prevé que sea causada por otra enfermedad infecciosa que logre superar la barrera animal contaminando a los humanos.

De cara a los retos futuros, en comunicación hay mucho para mejorar: la proliferación de noticias falsas ejerció presión adicional en los esfuerzos públicos de contención de la enfermedad. Campañas de desinformación en redes sociales obstaculizaron la labor del personal médico y las operaciones de inmunización.

“La confianza no se genera durante una crisis, deben sentarse las bases en tiempos de paz. Por lo tanto, los esfuerzos para construir la confianza y el compromiso con las comunidades deben hacerse antes de la respuesta al brote. Los expertos destacan la necesidad de avanzar en el campo de la comunicación de los riesgos y en la participación comunitaria mediante el desarrollo de trabajo a más largo plazo”, indica el documento de trabajo.

La cuarta gran lección heredada por la pandemia está relacionada con el relevante papel que desempeña la recopilación y el manejo de datos, una práctica que fue fundamental para el seguimiento y la toma de decisiones durante la respuesta a la pandemia de Covid-19.

La digitalización en todas las capas del sector público sigue siendo un desafío, así como en materia de protección de los datos. Aconseja a las instituciones seguir desarrollando sistemas de recolección y análisis de información capaces de proporcionar respuesta a preguntas en materia de trasmisión, rutas de propagación, factores de riesgo, evaluación de la gravedad, seguimiento de las respuestas y el impacto de las intervenciones públicas.

“La necesidad de ampliar la capacidad de realizar pruebas de laboratorio y de secuencia genómica también fue una de las lecciones aprendidas”.

En forma de conclusión, los investigadores afirman que “los planes de preparación para pandemias y las estructuras de gestión de crisis deben revisarse en función de lecciones aprendidas”.

¿Qué salió bien? preguntó el ECDC en forma de cuestionario y durante dos sesiones presenciales celebradas en Estocolmo con especialistas europeos: “En la fase de respuesta la coordinación entre el nivel nacional, regional y local, la comunicación de riesgos al público, la rápida movilización de recursos, y la recopilación de datos epidemiológicos y de laboratorio mejoró mucho”. Otra nota positiva fue la capacidad de retener la atención política sobre el tema y el fortalecimiento de los sistemas de vigilancia y respuesta bajo un enfoque multisectorial.

“¿Qué no salió bien? En la fase de anticipación no se contaba con legislación para el control de enfermedades transmisibles y no se estableció la confianza en las autoridades. Los planes de preparación y respuesta abordaban principalmente una pandemia por influenza, no eran flexibles, ni podían abordar la gravedad, la duración o las principales incertidumbres de la Covid-19”.

En la etapa de respuesta se perdió tiempo revisando la legislación, en la toma de decisiones y en la coordinación entre los países. “La heterogeneidad de medidas entre países y las diferentes estrategias resultaron en desafíos para la comunicación pública”.

De cara al futuro, insiste, hay que definir el papel de los actores no sanitarios, incluyendo entre los distintos Ministerios de gobierno; atender las deficiencias sistemáticas en el sector sanitario, incluyendo presupuestales, tecnológicas y de capital humano; mejorar los sistemas de vigilancia, revisar los planes pandémicos y los protocolos con base a diferentes escenarios y capacidad en hospitalaria. La participación de la sociedad civil en la respuesta debe incluirse en la fase de recuperación, lo que fue otra lección.

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