“¡No es posible, Dios mío! ¿Por qué, Dios mío?”, son las expresiones de Carlos, un cubano que llora frente a la explosión que ayer se registró en el tradicional hotel Saratoga, frente al Capitolio y que ha dejado al menos 22 muertos, incluidos un menor de edad y una embarazada, y 74 hospitalizados, contando 14 niños. Estas cifras no son definitivas y podrían subir en las próximas horas.

Mirando hacia el cielo, como buscando una respuesta de un ser supremo, Carlos (quien pidió identificarlo así) alza sus manos y suplica: “¡Perdón! ¡Perdón!”. Viste playera verde adornada con la imagen del Che Guevara y gorra roja con la bandera cubana; él saltó los filtros de seguridad para ver por sí mismo lo que ocurrió a este hotel construido en 1880.

Un grupo de vecinos se acercan al hombre y le exhortan a que se siente en una de las bancas del Parque de la Fraternidad, que se encuentra frente a los restos del hotel para reconfortarlo, mientras de fondo se observa a rescatistas laborando en los primeros cuatro pisos del hotel que han quedado totalmente destruidos y que amenaza con venirse abajo. En los próximos días se tendrá que realizar una inspección técnica al edificio, para decidir si puede restaurarse o si deberá ser derribado. Cubadebate informó que “datos preliminares indican que no hay daños estructurales considerables en el edificio del hotel Saratoga y que es posible su recuperación”.

El color verde de lo que fueron sus paredes desaparecieron para dar paso a una estructura desnuda, y donde se observan sillones, colchones y muebles que esperaban ser ocupados tras su rehabilitación. “Se tendrá que demoler”, comenta un policía.

Un busto del presidente mexicano Benito Juárez, localizado en el parque, justo a un costado del hotel, es testigo de cómo familiares de desaparecidos piden a los policías que se encuentran resguardando la zona afectada que los dejen pasar para ayudar con las labores; los elementos de seguridad se los impiden.

La preocupación se deja ver en sus rostros, al tiempo que sus lágrimas se confunden con las gotas de la lluvia que por varios minutos cayó sobre La Habana y que ayudó a refrescar, aunque sea por unos momentos, ante el fuerte calor de la capital de la isla.

Casi en la esquina del Capitolio y la calle Dragones, decenas de curiosos se acercan a ver las labores que llevan a cabo docenas de bomberos y rescatistas.

Uno de estos curiosos es Juan, un vecino de la calle San Miguel, quien señala que desde que se enteró de la noticia acudió para saber si ahí se encontraba su amigo, quien labora por la zona, pero tras escribirle por WhatsApp para saber si estaba bien y al no obtener respuesta acudió al hotel siniestrado: “Es una tragedia porque este hotel siempre lo hemos visto desde niños, mi papá, mi abuelo, yo, mis hijos, mis nietos, todos. Son cosas que no te esperas que pasen, que gente muera por este accidente”. Sobre su amigo, dice: “Espero que esté bien y no haya estado cerca del hotel”.

A unos pasos está Martha, quien observa las maniobras, y recuerda: “Todos conocíamos este hotel. Si no te hospedaste en él, sabías dónde quedaba, todo mundo en La Habana lo conoce, ¡qué terrible que esto haya pasado!, porque son cosas que uno no se espera, que de pronto un hotel desaparezca”. Pero son cosas que pasan, dice y asegura: “Este pueblo saldrá adelante como siempre lo hemos hecho ante accidentes y tragedias que se nos han presentado hoy y siempre”.

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