Rick LaBrode lleva 37 años trabajando para la NASA, pero asegura que la apuesta de Estados Unidos por volver a la Luna es por mucho el momento culminante de su carrera.

LaBrode es el director principal de vuelo de Artemis 1, la primera cápsula capaz de llevar humanos en ser enviada al satélite blanco desde la última misión de Apolo, en 1972, la cual debe despegar este mes.

“Esto es mucho más emocionante que cualquier cosa en la que haya participado” antes, dijo a los periodistas presentes en el Centro de Control de Misión de la agencia espacial estadounidense, en Houston, Texas (sur de Estados Unidos).

El hombre, de 60 años, confesó que la víspera del lanzamiento será probablemente una larga noche en vela.

“Estaré tan emocionado. No seré capaz de dormir mucho, estoy seguro”, señaló ante las icónicas pantallas gigantes del puesto de control.

Artemis 1, un vuelo de prueba no tripulado, también contará con el despegue del enorme cohete Space Launch System (SLS), el más poderoso del mundo cuando entre en operación.

Propulsará a la capsula Orion en órbita alrededor de la Luna. La nave permanecerá en el espacio por 42 días antes de volver a la Tierra.

A partir de 2024 los astronautas realizarán el mismo viaje a bordo de Orion, y ya hacia 2025 un astronauta estadounidense podría volver a pisar la Luna.

Mientras dure la misión Artemis 1, un equipo de unos 12 funcionarios de la NASA permanecerá en el puesto Misión de Control las 24 horas diarias. El centro ha sido renovado y actualizado para la ocasión.

Los equipos llevan tres años ensayando para este momento.

“Se trata de algo totalmente nuevo, un cohete totalmente nuevo, una nave espacial totalmente nueva, un centro de control totalmente nuevo”, explicó Brian Perry, oficial de dinámicas de vuelo a cargo de la trayectoria de Orion tras el lanzamiento.

“Puedo decir que mi corazón quedará haciendo tum tum, tum tum. Pero trabajaré duro para mantenerme enfocado”, declaró Perry, quien ha trabajado en numerosos vuelos de transbordadores espaciales a lo largo de años, golpeándose el pecho.

Más allá de las mejoras en la Misión de Control, el Johnson Space Center entero vive alborotado por Artemis.

En el centro del gigantesco tanque de entrenamiento para astronautas, la mayor piscina de interior del mundo con más de 60 metros de largo, 30 de ancho y 12 de profundidad, se ha levantado una cortina negra.

En un lado del llamado Neutral Buoyancy Lab (Laboratorio de Flotabilidad Neutral) hay una maqueta de la Estación Espacial Internacional (ISS), sumergida.

Ya en el otro, se va recreando poco a poco el entorno lunar en el fondo de la piscina, con rocas gigantes hechas por una compañía especializada en decoración de acuarios.

“Apenas en los últimos meses comenzamos a poner arena en el fondo de la piscina”, indicó la subdirectora del laboratorio, Lisa Shore. “Es todo muy nuevo para nosotros y en desarrollo”, acotó.

En el agua, los astronautas experimentan una sensación que se acerca a la pérdida de gravedad en el espacio. Para entrenarse de cara a eventuales viajes a la Luna, las simulaciones deben replicar la gravedad lunar, de una sexta parte de la de la Tierra.

En una sala situada arriba de la piscina, los astronautas son guiados a distancia con un retraso de cuatro segundos en las comunicaciones similar al que se experimenta en la superficie de la Luna.

Seis han completado el entrenamiento y otros seis deberían lograrlo para finales de septiembre. Este último grupo llevará los nuevos trajes espaciales encargados por la NASA para la misión Artemis.

“El apogeo de esta instalación ocurrió cuando todavía volaba el trasbordador espacial y estábamos ensamblando la estación espacial”, detalló el jefe de la oficina del laboratorio, John Haas.

Entonces se llevaban a cabo 400 entrenamientos con astronautas en trajes espaciales cada año, contra unos 150 de la actualidad. Pero Artemis infundió una nueva urgencia en el laboratorio.

Cada sesión en la alberca pueda durar hasta seis horas.

“Es como correr un maratón dos veces, pero con las manos”, explicó el astronauta Victor Glover.

Glover volvió a la Tierra el año pasado tras pasar seis meses en la EEI. Ahora trabaja en un edificio dedicado a todo tipo de simulaciones.

Dijo que su trabajo consiste en ayudar a “verificar procedimientos y equipos” para que luego que la NASA finalmente designe los astronautas de la Artemis que participarán en las misiones a la Luna -de las que él podría ser parte-, estén “listos para irse”.

Usando cascos virtuales, los astronautas pueden acostumbrarse a caminar en condiciones oscuras en el Polo Sur de la Luna, donde aterrizarán las misiones.

El Sol apenas se levanta por encima del horizonte allí, lo que significa que siempre hay largas sombras oscuras que dificultan la visibilidad.

Los astronautas también deben acostumbrarse a las nuevas naves espaciales, como la cápsula Orion, y los sistemas abordo.

A bordo de uno de los simuladores, sentado en el asiento de comandante, se entrena personal para acoplarse a la futura estación espacial lunar Gateway.

En otras partes del centro espacial se usa una réplica de la cápsula Orion para cuatro personas, que mide unos nueve metros cúbicos.

“Aquí se hace mucho entrenamiento de emersiones de emergencia”, indicó Debbie Korth, directora del programa Orion.

Korth, quien ha trabajado en Orion por más de una década, aseguró que todo el mundo en Houston está emocionado por el regreso a la Luna y el futuro de la NASA.

“Definitivamente siento que es una nueva edad de oro”, aseguró ilusionada.

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